El universo es uno solo y todo tiene que ver con todo. Esta inapelable verdad de la física cuántica es muy fácil de comprender si uno ve una buena cantidad de películas en poco tiempo. Todos tenemos la experiencia de los festivales, pero la cosa se pone más asombrosa si uno se restringe a las películas “”””de distribución comercial”””.
La cosa es así: la semana pasada, entre tantas otras cosas, vi ¿Quién dice que es fácil?, la digna sucesora de la comedia local No sos vos, soy yo, basada enteramente en este planteo: hombre obsesivo, neurótico, estructurado, se enamora de mujer liberal, liberada, libertina. Por supuesto, un film completamente olvidable. Y sin embargo.
Al día siguiente vi Diamante de sangre, intragable bazofia, nominada como corresponde, acerca de qué trágica es la realidad en Africa, y de qué cínico es Leo DiCaprio hasta que el amor lo redime, y de cómo puede caer tan bajo la eterna Jennifer Connelly.
Y ayer todo se unió. Ayer vi la esperada Stranger than fiction, otra de esas pelis amadas por los chicos sensibles y con banda de sonido acorde (en los blogs ya aparece junto a Eternal sunshine of a spotless mind, Garden State, The life aquatic, etc etc etc). Muy bonita, no tengo quejas. Sólo que llegando al final me di cuenta: es la historia de un hombre obsesivo, neurótico, estructurado, que se enamora de una mujer liberal, liberada, libertina (¿por qué será que siempre son ellos los estructurados? ¿para cuándo el cuento de mujer obsesiva encuentra hombre liberado y es feliz?). Está mejor contada, con guiños y vueltas de tuerca, y sabemos que Diego Peretti no es Will Ferrell y Carolina Peleretti no se compara con Maggie Gyllenhall. Pero la idea está.
Salí sonriendo y me metí de cabeza en la película que empezaba: El último rey de Escocia. Y adivinen: un blanquito en Africa. Qué mal les va en Africa, qué cruel es la guerra entre gobierno y guerrilla, qué poco les importa la vida humana. Resumiendo, lo mismo que Diamante de sangre, o casi. Sólo que con una diferencia: el actor blanco, el que hacía de escocesito, narigón y con un mechón rebelde, se parece sospechosamente… a Diego Peretti.
Menos mal que Perfume no se parece mucho a nada (aunque está Dustin Hoffman, impecable como viejo perfumero pero mucho mejor como profesor de literatura en Stranger than fiction). Y menos mal que está Cartas de Iwo Jima, que me gustó hasta a mí que me retiré del género bélico hace quince años.
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