Tenía razón Woody Allen: con la misma historia se puede hacer una comedia o una tragedia. Creo que lo dijo antes Tinianov, pero eso ya lo repetí demasiadas veces. Esta vez la tragedia corre por cuenta de Kim Ki Duk, con la recientemente estrenada El tiempo, y la comedia, a cargo de Johnnie To, con la próxima a verse Ayer otra vez. El símil es de la casa, como para desinstalar un poco esta etiqueta tan cómoda y tan vacía de “cine oriental”.
Las dos pelis, cada una a su manera, hablan del amor en los tiempos modernos. Las dos dicen que el amor es una farsa, un juego de espejos, una cacería eterna. De algún modo –y esto es una decepción– están diciendo lo mismo que Closer, para mi humilde gusto una de las peores películas de los últimos tiempos. Sólo que Closer parecía regodearse en estas apariencias. Parecía disfrutarlo. En los casos de mis muy respetados Kimki y Johnnie, sobrevuela una tristeza –feroz en el primero, sutil en el segundo– en la constatación de esto que no es nuevo pero tampoco es para festejar: no se puede vivir del amor.
En El tiempo, una mujer desesperada ante la perspectiva del ineludible deceso del romance por muerte natural toma medidas extremas: acude a la cirugía estética para convertirse en otra y así volver a seducir a su amado. Sólo que el amado ama a la primera, y se pierden ambos en un laberinto de falsas identidades. Es triste, tristísimo, y se sale de la sala con la convicción de que el amor es siempre una cuestión de mucha buena voluntad.
Al comienzo de Ayer otra vez, una comedia chispeante a caballo del policial que tan bien le sale al director, un matrimonio de ladrones muy bien avenido se divorcia por una cuestión de cómo dividir el botín. Un par de años después, ella decide volver a casarse con un joven que le ha prometido un collar deslumbrante, pero unos días antes la joya es robada. Ella abandona raudamente al pobre novio y vuela a encontrarse con su ex. Roban en equipo como en los viejos tiempos, pero él no responde acerca del collar. Ella se obsesiona y él sabe que ése es el collar con el que podrá tenerla agarrada del cuello. Sabe, también, que la única forma de lograr que ella realmente lo ame será desaparecer de su vida. Y ella, simétricamente, sabe que para recuperarlo necesita hacerle creer que se casará con un hombre con joyas.
En fin: que los celos, la angustia y el miedo a perder al ser amado son lo único que mantiene viva una relación. Nada que no sepa cualquiera que pasó la curva de los dieciocho. Lo divertido es cómo Kimki cuela la comedia dentro de la amargura de su quirófano, y cómo Johnnie desliza un funeral con música pop. Partiendo de extremos diferentes, retratan la crueldad de las grandes ciudades: Seúl, Hong Kong, tan parecidas a
Y además está Zhang Yimou (véase La maldición de la flor dorada), que se abstiene de las ciudades, y filma como si el tiempo no existiera y el amor estuviera condenado –envenenado– desde el principio de los tiempos. Pero ésa es otra historia.
Marcela Basch
2 comentarios:
eso de "nuestros amigos asiáticos", es una refrencia a suárez o mera coincidencia?
muy buena idea, si es la primera!
Marcela me mandó el post y me dijo ponele el título que quieras, enseguida pensé en la canción y me pregunté si alguien se acordaría de ella, si no era una referencia muy retro, :)
J.
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