miércoles, mayo 12
Dj malhumor conoce a Iron Man
Pienso, ¨todavía soy joven, Gallardo sigue jugando en River; Neil Young sigue sacando discos¨. De los bares del pueblo elegí el de los borrachos. Es el único donde pasan el partido. Es oscuro y lúgubre; supongo que los clientes sufren todos de fotofobia. Afuera el sol es radiante; raja la tierra. Como otros tantos superhéroes; el capitan beto, el mayor tom; me gusta ver a River y mucho más en lugares alejados. Van diez minutos y ganamos uno a cero. Esto no pasaba desde hace siglos. Para celebrar me pido otra empanada picante. Es una tarde de emociones fuertes. Hoy salí temprano y trepé hasta Algarrobal. Por acá todo es más sencillo; algarrobal es un caserío; un oasis donde la quebrada se transforma en desfiladero y donde hay, por supuesto, unos algarrobos que dan una sombra inapreciable. Las palabras coinciden con las cosas. Esta mañana tuve un encuentro impensado. Me pregunto si estuve bien. Le dije: ¨Soy dj malhumor, viejo soldado Indie, sostengo que el rock llegó a la perfección en el año 1991 cuando Loveless de My Bloody Valentine vió la luz¨. Él: ¨Me dí cuenta que esto era mi vida en el año 1991 cuando corrí la carrera del hombre de Hierro. Un triatlón multiplicado por tres¨. Después me explico que la carrera era en México y que llegó en un viaje de dos meses y medio en su bicicleta; non-stop. Lo que no esperaba es que al llegar sería otro. Ya no le interesaba competir, solamente andar. Se convirtió en un superhéroe melancólico. Yo: ¨una noche fui a ver My Own Private Idaho a un cine de barrio, y no solo, no era una retrospectiva, era lo que daban. Volví caminando por una avenida solitaria y arbolada con el murmullo del viento en el follaje. Todo se veía narcoléptizado. Esa experiencia me hizo pensar que Buenos Aires era un lugar mágico y Caballito el mejor barrio del mundo¨. Iron Man: ¨a los quince años hice mi primera travesía desde Pergamino hasta Junín de los Andes en una bicicleta de paseo. Tres años después llegué a Ushuaia con una bicicleta que preparé en el taller de mi padre. Para meter los cambios le tenía que dar un golpecito con el talón al piñón. Todavía no se había inventado ni la mountain bike ni el disco compacto¨. Por cortesía no le pregunté por su padre. Los padres de los superhéroes suelen morir de muerte violenta. Mi biografía es una excepción. Mi padre prepara asados todos los domingos. Su carnicero de confianza lo engaña de tanto en tanto, en vez de carne le vende manteca. Le dije: ¨mis gustos literarios son estándar y mucho más que estilos o modas sigo las colecciones de tipografías amables y de fácil lectura. En los ochenta fue Kundera; Murakami en los últimos cinco años¨.
Esa noche volví a encontrar a Iron Man sentado en el estribo de su camioneta. Sin su traje es pura fibra; abstracto. Es sorprendente si se lo piensa. Más se le pide al cuerpo y este empieza a volverse etéreo. Más tiempo se le dedica y este empieza a desaparecer para transformarse en pura voluntad. Me contó algunas cosas que hizo. Después de esa experiencia mexicana dio dos vueltas al mundo en la bici. La primera en el hemisferio sur; la segunda en el norte. Cruzó Canadá en invierno con cadenas en las ruedas y una tarde llegó a Lhassa en Nepal. Bajó desde Alaska hasta tierra del fuego y subió la bicicleta en el hombro hasta la cumbre del Aconcagua para demostrar que la bici se puede llevar a todas partes. Yo le conté a su vez mi prueba de resistencia más dura. Leer las obras completas de Freud de manera consecutiva desde la página uno hasta la ¿tres mil, cinco mil, siete mil? Leí todos los prólogos (siete creo) a las sucesivas ediciones hasta los últimos fragmentos póstumos. Fue un verano. Nunca lo conté porque lo que en otro contexto podría pasar por erudición o amor al estudio era simplemente demencia. Tal vez sea una prueba viva que toda erudición es un trozo de locura pero eso sería una forma optimista de verlo. Ninguna erudición puede surgir de leer sin parar. Era solo una especie de talismán para un examen que decidiría mi futuro y me llenaba de temor; tanto pasarlo como no. Para pasar ese examen había que leer, (cito) Freud, Obras completas; Lacan; Escritos, seminarios 1, 2, 3, 7 y 11; Henry Ey; Manual de Psiquiatría (lo más parecido a una enciclopedia medieval, más de 1000 páginas) otro manual de Psiquiatría Infantil que olvidé el nombre que era igual de voluminoso; toda la bibliografía de las materias Psicología Grupal, Institucional, del Trabajo; las psicométricas; Salud Pública; Escuela Inglesa y tal vez algo más. Durante tres meses me levanté a las siete de la mañana, desayunaba y subía al estudio de mi madre a leer como otros corren maratones hasta que se iba la luz. Le pregunté si era feliz. A Iron Man.
¨Nunca¨ me dijo. La obsesión. Siempre la obsesión.
Una vez vi salir a un tipo caminando del agua. Era un instructor de buceo. Fue en los meses en que el mundo se venia abajo. Justo en ese momento entre el atentado a las torres y el diciembre del corralito. Yo estaba en Croacia. Era lo más lejos que había podido llegar. Un lugar increíble. Por diez dólares que todavía eran diez pesos tenía una habitación con vista al puerto en una ciudad medieval. Me puse a hablar con el buzo y le dije que buen trabajo tenía. ¨Un trabajo¨ me dijo desganado; ¨cuando estoy en las montañas quiero estar en el mar; cuando estoy en el mar extraño las montañas¨.
Y yo que pensaba que la negativa era mi madre. Me desvié porque no es el caso de Iron Man. Iron Man en la penumbra de la noche me hizo acordar al emperador Trajano. Creo que era él. Había llevado las fronteras del imperio a su máxima extensión. Habiendo llegado a un río; digamos el Ganges; lloró pensado que estaba viejo y que jamás podría conquistar la India. La obsesión. Nada es sin obsesión. ¿O sí?
Mi viaje empezó con suerte. Iron Man me contó más de sus aventuras, nos reímos y me arregló la bicicleta para que pudiera continuar la tarea.
Dj malhumor
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