viernes, agosto 30
Anglófilo vende patria
Travis es una banda siempre al borde de la mersada total. Desde el mismo inicio. Son de algún modo una de las últimas bandas MTV en hard rotation por la tele. Y me encantaban. Escuché y escuché The Man Who y todos sus singles. En especial, claro, Por qué será que siempre llueve sobre mí? Que chicos más sensibles!! Muchos momentos bailando solo en el living. Fueron la banda de sonido de un viaje que hice con amigos por Inglaterra e Irlanda. Recién habían explotado y estaban en todos lados.
Pasó el tiempo. Cómo pasó el tiempo! Y su último disco está muy bien. Es increíble de algún modo. Como haberse mantenido en ese precipicio tanto tiempo. Estrofas gancheras y futboleras (cuando los borrachos del tablón canten Travis vuelvo al monumental) y una voz que pasa de increíble a ser empalagosa como el dulce de leche. Dije que los escuché y escuché y una vez me tomé un micro desde Frankfurt a Viena para ir a verlos. Fue un gran show. Son muchachos queribles y transformaron un estadio en un pub, covers, rockeadas varias y hasta varias a capella en los bises. Travis es una banda de momentos felices e inconsciencia. Ese viaje, con Travis de banda de sonido, hasta había sol en Londres. Ni siquiera se si eso es posible. Santiago B.
jueves, agosto 29
Excursiones
Una vez Rosario Bléfari vino a mi casa. Y otras varias veces la vi en casa de Sergio Telépata (aka Sergio Minimal). A ella y a su esposo Fabio Suárez que estaba curiosamente enamorado de una tenista rusa. Obsesionado diríamos. Sergio Telépata es la persona más brillante que conozco. Que conocía. Rosario es una especie de ángel (no soy tan creyente). Sergio es un psiquiatra con actitud punk por decirlo de algún modo. Aunque se casó con una lacaniana a mí mismo me sacó de las fauces del psicoanálisis. El y Fabián. Aunque en esa época yo era psicólogo; ellos, que eran médicos, me acogieron como un huérfano y fueron mis jefes de residentes. El psicoanálisis no está mal sí se sabe cuándo abandonarlo. Como a Cortázar; a Peter Greenaway y a Paul Auster. A Kundera, a Murakami…etc, etc... dejar ir.
¨Sigo remontando río arriba en un barco que en la proa lleva el nombre de tu nombre, río Parana¨. Los Suárez hacían lo que se les cantaba. Esa es la mejor definición que puedo dar de independientes. Cantarle a un río. Eso era cosa de folkloristas creo. O de Spinetta tal vez. No de una banda pop noise experimental.
Sergio Telépata cuando fue mi jefe de residentes tocó en un programa en la tele que tenía Pettinato. Tocó con peluca para que no lo reconocieran los pacientes. ¨Adios, adiós, me voy me voy¨. El manifiesto del runaway, del fugitivo en dos palabras repetidas. El pop como Haiku.
Fue Sergio el que me regaló Excursiones; el mejor disco de Suárez, creo. Y no solo. De lo mejor hecho acá, creo. Estoy seguro. Suárez, que vimos muchas veces en ese antro llamado Cemento, se convirtió para mí, en la música de los espacios abiertos. La música de este río inmenso. Y no puedo dejar de pensar en Suárez, hoy, esta tarde, a sus orillas. Dj malhumor.
Fue Sergio el que me regaló Excursiones; el mejor disco de Suárez, creo. Y no solo. De lo mejor hecho acá, creo. Estoy seguro. Suárez, que vimos muchas veces en ese antro llamado Cemento, se convirtió para mí, en la música de los espacios abiertos. La música de este río inmenso. Y no puedo dejar de pensar en Suárez, hoy, esta tarde, a sus orillas. Dj malhumor.
sábado, agosto 24
Ruido blanco
Mi historia con el tinnitus comienza con el primer show de Faith No More en Buenos Aires en Obras. Recuerdo que fue un show grandioso; que fue una noche curiosamente relajada y que cuando nos cortaban las entradas a mí y a mi hermano en la puerta a nuestro lado estaba Vilas; ¨Qué hacés Willy?¨ le dijo Fede. Willy hizo un gesto y entró. Salimos anonadados por lo que habíamos visto y escuchado y, yo por lo menos, con los oídos en corto. En mi cabeza sonaban las guitarras de Jesus & Mary Chain ¨a secas¨; el puro ruido; el zumbido de los amplificadores. Eso es el tinnitus. Los oídos zumban. En verdad es una metáfora porque ya no hay más oídos. El cerebro zumba. Fui al médico de las orejas; en esa época trabajaba en un hospital y aprovechaba para visitar a todos los especialistas que uno a uno me decían que no encontraban nada. Estaba como los tipos obsesionados con un ruidito en el auto que no se lo pueden sacar. O una novia que no le puede sacar el ruidito (sacarse) de su novio. Y un día se fue. El ruido Y diez años después el tinnitus, en medio de un sueño, en el barrio San Antonio, en Barcelona, en la casa de Xevi, volvió a aparecer. Me desesperé. No había Faith No More esta vez. Busqué en internet y las opciones eran varias. O no tenía nada, como la mayoría de las personas, o tenía un tumor en el cerebro. Ese año mis padres me regalaron para mi cumpleaños una resonancia magnética. No sé cómo se llamará eso en teoría de los juegos o en alguna clase de lógica modal. Gastar una importante suma de dinero con la esperanza que no sirva para nada. No fue nada. En las recomendaciones de un sitio de internet (aparte de enterarme que los sufren el 10% de la población incluidos Eric Clapton y Sting) estaba la siguiente: evite el silencio. La ironía me hizo reír. En esos días leía una novela de John Banville que había encontrado en oferta. Solo había leído El Mar que aparte de de ser hermosa y tremenda, tenía párrafos solo comparables al mejor Proust o Mishima. Esta que leía era una de sus primeras y no lograba engancharme, mucho menos en la triste traducción española. Pero tenía un mensaje para mí. El personaje, la novela se llama Mefisto, no podía dormir y estaba desesperado como yo. Un poco más tal vez pero apenitas. Finalmente recurre a un médico para que solo le recete pastillas para el sueño. El tipo le dice lo siguiente: quizás sea tiempo de estar despierto. Zas. Y entonces por fin reí otra vez y entonces por fin dormí. Después descubrí que a mi tinnitus lo mejor que le va es el campo y el sonido de los grillos que lo neutraliza. O el murmullo del mar. O el pop-noise. Como Beach Fossils. O The Legends. O los menos conocidos Big Troubles de los que quisiera decir algo. Que en mis favoritos apareció su disco Worry del año 2010. Que es buenísimo. Que tiene una canción llamada ¨slips freudianos¨. Que sus canciones son mi idea de música bailable. Que le roban mucho a Psychocandy. Que me nefrega. Que alguna vez pensé que todo el pop estaba contenido en el álbum blanco de los Beatles. Que después crecí y pensé lo mismo de Loveless de MVB. Que lo sigo pensando. Que este Worry es más Jesus que My Bloody. Que es buenísimo. Creo que ya lo dije.
Dj malhumor.
PD: el disco posterior de Big Troubles, Romantic Comedy tiene todo lo que un buen disco de Teenage Fanclub debe tener...
PD: el disco posterior de Big Troubles, Romantic Comedy tiene todo lo que un buen disco de Teenage Fanclub debe tener...
viernes, agosto 23
28º Festival de Cine de Mar del Plata: tres grandes visitas
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11:52 a.m.
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encerradosafuera
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Sí, parece que este año el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se viene con todo. A la lista de interesantes visitas de los últimos años (anoten: Joe Dante, Hal Hartley, Kathryn Bigelow , John Sayles, Tommy Lee Jones, Javier Fesser, Bruno Ganz, Jerzy Skolimowski, Willem Dafoe, Bertrand Bonello, Sandrine Bonnaire, Peter Medak, Lamberto Bava, James Gunn, Soko, y una lista histórica impresionante que se puede leer acá: http://www.mardelplatafilmfest.com/28/historia/, se suman -por ahora- tres GRANDES nombres: Pierre Étaix, el genial comediante francés, colaborador de Jacques Tati y Jean-Claude Carrière y responsable de una filmografía breve pero muy recomendable (Le soupirant, Yoyo, Tant qu’on a la santé, Le grand amour, Pays de cocagne), el también gigante John Boorman (Deliverance, Point Blank, Excalibur, Zardoz) y otro indispensable: John Landis (The Blues Brothers, An American Werewolf in London, Animal House). Landis, Boorman y Éteix. Éteix, Boorman y Landis. Boorman… bueno, ya tienen la idea.
Esto es sólo el primer anuncio de un festival que promete más. Habrá que ir reservando pasajes y estadía: del 16 al 24 de noviembre. ¡La hinchada pide The Blues Brothers en pantalla grande con Landis al frente!
https://twitter.com/28MDQFEST
http://www.mardelplatafilmfest.com/28/
https://www.facebook.com/mardelplatafilmfest
Esto es sólo el primer anuncio de un festival que promete más. Habrá que ir reservando pasajes y estadía: del 16 al 24 de noviembre. ¡La hinchada pide The Blues Brothers en pantalla grande con Landis al frente!
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jueves, agosto 22
Springsteen & I, de Baillie Walsh
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Bruce Springsteen,
documental,
Pelis
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6:45 p.m.
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encerradosafuera
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Atención: esta reseña no sólo contiene spoilers de Springsteen & I sino también de Promised Land, de Gus Van Sant.
Desde hace años, en el iPod, de los discos de Springsteen sólo llevo Nebraska. Aparte de ese, en la computadora también tengo Devils and Dust y nada más. A Bruce Springsteen jamás le compré un cassette, vinilo o CD. Pero hace unos meses fui a ver Promised Land, la tercera colaboración entre Gus Van Sant y Matt Damon, y las cosas cambiaron entre El Jefe y yo. Hay una escena en la que el ecologista que interpreta John Krasinski necesita ganarse el favor de un pueblo chico para que entiendan que el fracking en sus tierras no es beneficioso y entonces, en la noche karaoke del bar del pueblo canta Dancing In the Dark.
Y mientras veía ese bar, que parecía un escenario de las tantas letras de Springsteen, durante esa escena con el hippie disfrazándose de clase obrera para seducir a los rednecks, fue cuando tuve antojo por primera vez en mi vida de Born in the U.S.A. Así que salí del cine y, en un ataque de completitud, abordé la obra de The Boss.
Fui derecho al principio, para tratar de entenderlo como si fuera un artista nuevo, y encontré las similitudes con Tom Waits (no me digas que los primeros dos minutos de Jungleland no son puro Waits, y no me discutan que Poncho’s Lament de Tom Waits no suena a Springsteen); comprobé cuánto le afanó U2 en su afán por conquistar los Estados Unidos y hasta vi la tan mentada influencia en los Arcade Fire. Descubrí una discografía que me debía a mí mismo y quedé a dos pasos de ser fan.
Desde hace años, en el iPod, de los discos de Springsteen sólo llevo Nebraska. Aparte de ese, en la computadora también tengo Devils and Dust y nada más. A Bruce Springsteen jamás le compré un cassette, vinilo o CD. Pero hace unos meses fui a ver Promised Land, la tercera colaboración entre Gus Van Sant y Matt Damon, y las cosas cambiaron entre El Jefe y yo. Hay una escena en la que el ecologista que interpreta John Krasinski necesita ganarse el favor de un pueblo chico para que entiendan que el fracking en sus tierras no es beneficioso y entonces, en la noche karaoke del bar del pueblo canta Dancing In the Dark.
Y mientras veía ese bar, que parecía un escenario de las tantas letras de Springsteen, durante esa escena con el hippie disfrazándose de clase obrera para seducir a los rednecks, fue cuando tuve antojo por primera vez en mi vida de Born in the U.S.A. Así que salí del cine y, en un ataque de completitud, abordé la obra de The Boss.
Fui derecho al principio, para tratar de entenderlo como si fuera un artista nuevo, y encontré las similitudes con Tom Waits (no me digas que los primeros dos minutos de Jungleland no son puro Waits, y no me discutan que Poncho’s Lament de Tom Waits no suena a Springsteen); comprobé cuánto le afanó U2 en su afán por conquistar los Estados Unidos y hasta vi la tan mentada influencia en los Arcade Fire. Descubrí una discografía que me debía a mí mismo y quedé a dos pasos de ser fan.
miércoles, agosto 21
Out of this world
Esa noche me agarró el atardecer buscando unos terneros con Armando. Cuando paré para charlar un rato y preguntar si iba bien encaminado me dijo si no quería churrasquear. El recién había terminado; me ofreció un cuchillo como para degollar chanchos y me dijo que agarre nomas. El mejor cordero en tiempo. Había llegado hasta acá por porfiado. Armando, por otro lado se reía al saber que el camino no figura en los mapas y que nadie lo conoce. Así y todo nunca había andado con la sensación de seguir una línea punteada. Iba por el límite exacto de Brasil y Uruguay. Primero había tenido una subida que me dejó sin aire hasta la cuchilla y desde allí un paisaje de sueños. El camino sinuoso en esa planicie de altura iba no solo por el límite entre los países sino en el límite de la cuchilla misma; la iba contorneando. Estaba arriba, bien parado sobre el suelo y de tanto en tanto aparecía un borde y entonces las cañadas y allá a lo lejos la quebrada del río Lunarejo, las plantaciones de eucaliptos y un pan de azúcar como hay tantos aquí y allá. En un momento estaba en Brasil y en otro en Uruguay. Un rancho que pasé estaba partido al medio. La casa en un país, el potrero en el otro. Y allí arriba como flotar. El cielo parece más cerca. Lagunas esparcidas llenas de pájaros y el viento que aparecía y desaparecía según mis curvas. Almorcé a eso de las cuatro y después mateamos mientras Armando me contaba historias de cuatreros, contrabandistas y jabalís que comen corderos. De cómo les habían robado 26 vacas y salieron a buscarlas por los campos brasileños en un raid de 8 días durmiendo donde los encontrara la noche. Las trajeron de vuelta a todas. Estaban bien armados y no es raro que vuele el plomo. Tampoco que se mate de un lado y aparezca un muerto en el otro. Me habló de sus cuatro mujeres (sucesivas), de sus hermanos e hijos que no ve hace decena de años y de sus perros. También me contó como entro y salió en el alcohol. Llegó la tarde, se prendió el fuego y se asó más carne.
Está vez aparte del cuchillo me ofreció una tabla y me sentí en un restaurant. Tiré la bolsa de dormir sobre un colchón en el galpón y desperté de madrugada viendo el lucero brillante. Salí apenas apareció la luz. De lejos vi al caserío que creí Masollers. Esa imagen debería ser la portada del libro de Cormac McCarthy, Cities of the plain. Al llegar vi sobre una pared una inscripción en portugués y tuve que preguntar en qué país estaba. Muy gracioso. Estaba en el pueblo de enfrente y en Brasil claro. Salí por fin a la ruta. Y me volví a meter en el campo. Crucé un bicho que sería una nutria y después de pinchar varias veces llegué caminando a un pueblo. Antes pasé por la estancia La soledad y tuve momentos de felicidad plena con Yuck y Page France con estas líneas perfectas para mis cuatro días sin ducha: ¨Voy a cantarte una canción y vas a flipar y vas a mover la tierra por mí/ Jesus vino a recorrer el mundo tan sucio/ gusanos en el pelo y las manos cansadas¨. (Ver Weeds y el disco de Page France Hello, Dear Wind).
Acampé en la escuela y pronto estuve rodeado de chicos. Cuando supieron que era argentino me preguntaron si conocía a Messi de cerca. Era un pueblo como nunca estuve. Porque era el campo y el pueblo al mismo tiempo. Las casas alejadas una de otra a distancia prudencial y un arreo por la calle principal. Me quedé respondiendo preguntas sobre el mundo exterior bajo la luna llena. Fue la primera noche de veranito. Me preguntaron por qué no me quedaba a descansar y no tenía ninguna respuesta buena para darles así que me quedé. Dj malhumor.
Está vez aparte del cuchillo me ofreció una tabla y me sentí en un restaurant. Tiré la bolsa de dormir sobre un colchón en el galpón y desperté de madrugada viendo el lucero brillante. Salí apenas apareció la luz. De lejos vi al caserío que creí Masollers. Esa imagen debería ser la portada del libro de Cormac McCarthy, Cities of the plain. Al llegar vi sobre una pared una inscripción en portugués y tuve que preguntar en qué país estaba. Muy gracioso. Estaba en el pueblo de enfrente y en Brasil claro. Salí por fin a la ruta. Y me volví a meter en el campo. Crucé un bicho que sería una nutria y después de pinchar varias veces llegué caminando a un pueblo. Antes pasé por la estancia La soledad y tuve momentos de felicidad plena con Yuck y Page France con estas líneas perfectas para mis cuatro días sin ducha: ¨Voy a cantarte una canción y vas a flipar y vas a mover la tierra por mí/ Jesus vino a recorrer el mundo tan sucio/ gusanos en el pelo y las manos cansadas¨. (Ver Weeds y el disco de Page France Hello, Dear Wind).
Acampé en la escuela y pronto estuve rodeado de chicos. Cuando supieron que era argentino me preguntaron si conocía a Messi de cerca. Era un pueblo como nunca estuve. Porque era el campo y el pueblo al mismo tiempo. Las casas alejadas una de otra a distancia prudencial y un arreo por la calle principal. Me quedé respondiendo preguntas sobre el mundo exterior bajo la luna llena. Fue la primera noche de veranito. Me preguntaron por qué no me quedaba a descansar y no tenía ninguna respuesta buena para darles así que me quedé. Dj malhumor.
domingo, agosto 18
Historia, de Witold Gombrowicz
Obra dirigida por Adrián Blanco en el teatro Hasta Trilce (Maza 177).
Probablemente ningún otro autor haya ahondado tanto en la inmadurez como Gombrowicz, que se dedicó con empeño a practicarla y teorizarla de un modo convincente, sistemático, inclaudicable. Es algo fácil de ver en sus novelas, con Ferdydurke a la cabeza, pero también en esas otras obras por momentos confusas y geniales que son Trans-Atlántico, Cosmos, Los hechizados y Pornografía. Esa literatura inmadura, juvenil, que tiene a la forma como eje vertebrador, se traslada a sus cuentos, a sus diarios, a su testamento, a sus cartas, a su Curso de filosofía en seis horas y cuarto, a las impresiones que dejó en Argentina y Europa, donde todavía se pueden recoger testimonios de primera mano. Pero donde tal vez se haga más evidente ese estilo, donde más aprieta las tuercas de la obsesión por sus temas y convicciones, es en el teatro.
Adrián Blanco pone en escena una obra extraña, incómoda, grotesca, inteligente, reflexiva, tal como a Gombrowicz le hubiera gustado ver. Una obra que parte de indicios acerca de su propia historia, escritos por el polaco en Argentina a partir de los '50 y que nunca fueron traducidos al español ni adquirieron demasiada fama. Una obra en la que aparecen fragmentos de otros fragmentos, escenas, matices, claroscuros que ayudan a entender mejor quién fue este escritor irreverente a través de su vínculo familiar, y del peso que tuvo la guerra en Europa.
Hay gritos, hay sexo, gestos burlones, pies descalzos, incompletudes y todas esas cosas que hacen que las señoras mayores se indignen, murmuren y se vayan escandalizadas del teatro, como de hecho suele ocurrir. Witoldo hubiera sido feliz, extremadamente feliz de haber sabido esto. Porque en definitiva esa es la intención: provocar, generar murmullos, pretender que la palabra y el gesto no queden en la nada, sino que constituyan el comienzo de una acción.
Las señoras huyeron despavoridas del mismo modo que Gombrowicz huyó primero de Polonia, luego de Argentina, y siempre en y de su obra. Y huyeron porque sin llegar a comprender el significado de eso que estaban presenciado lo entendieron, lo aceptaron, lo procesaron sin saber que lo estaban haciendo. Huyeron porque pudieron despegarse de un mandato, de aquello que debían hacer, de aquello que debían ser.
Gombrowicz está en las buenas manos, irrespetuosas, claro, como debe ser, de Blanco y José Páez, que se ocuparon de la dramaturgia de estos fragmentos bien narrados, representados en el escenario por Ramiro Agüero y Manuel Bello (dos Gombrowicz en edades diferentes), Hugo Dezilio, Estefanía D'anna, Diego Echegoyen, Luis Escaño Manzano, Mario Frías, Yamila Gallione y Cecilia Tognola. Las funciones continúan los miércoles (a las 21) y los sábados (a las 21:30) en el teatro Hasta Trilce (Maza 177), gombrowicziano espacio con muy buenos precios, gran atención y una pizza más que respetable.
Txt: Nicolás Hochman
Probablemente ningún otro autor haya ahondado tanto en la inmadurez como Gombrowicz, que se dedicó con empeño a practicarla y teorizarla de un modo convincente, sistemático, inclaudicable. Es algo fácil de ver en sus novelas, con Ferdydurke a la cabeza, pero también en esas otras obras por momentos confusas y geniales que son Trans-Atlántico, Cosmos, Los hechizados y Pornografía. Esa literatura inmadura, juvenil, que tiene a la forma como eje vertebrador, se traslada a sus cuentos, a sus diarios, a su testamento, a sus cartas, a su Curso de filosofía en seis horas y cuarto, a las impresiones que dejó en Argentina y Europa, donde todavía se pueden recoger testimonios de primera mano. Pero donde tal vez se haga más evidente ese estilo, donde más aprieta las tuercas de la obsesión por sus temas y convicciones, es en el teatro.
Adrián Blanco pone en escena una obra extraña, incómoda, grotesca, inteligente, reflexiva, tal como a Gombrowicz le hubiera gustado ver. Una obra que parte de indicios acerca de su propia historia, escritos por el polaco en Argentina a partir de los '50 y que nunca fueron traducidos al español ni adquirieron demasiada fama. Una obra en la que aparecen fragmentos de otros fragmentos, escenas, matices, claroscuros que ayudan a entender mejor quién fue este escritor irreverente a través de su vínculo familiar, y del peso que tuvo la guerra en Europa.
Hay gritos, hay sexo, gestos burlones, pies descalzos, incompletudes y todas esas cosas que hacen que las señoras mayores se indignen, murmuren y se vayan escandalizadas del teatro, como de hecho suele ocurrir. Witoldo hubiera sido feliz, extremadamente feliz de haber sabido esto. Porque en definitiva esa es la intención: provocar, generar murmullos, pretender que la palabra y el gesto no queden en la nada, sino que constituyan el comienzo de una acción.
Las señoras huyeron despavoridas del mismo modo que Gombrowicz huyó primero de Polonia, luego de Argentina, y siempre en y de su obra. Y huyeron porque sin llegar a comprender el significado de eso que estaban presenciado lo entendieron, lo aceptaron, lo procesaron sin saber que lo estaban haciendo. Huyeron porque pudieron despegarse de un mandato, de aquello que debían hacer, de aquello que debían ser.
Gombrowicz está en las buenas manos, irrespetuosas, claro, como debe ser, de Blanco y José Páez, que se ocuparon de la dramaturgia de estos fragmentos bien narrados, representados en el escenario por Ramiro Agüero y Manuel Bello (dos Gombrowicz en edades diferentes), Hugo Dezilio, Estefanía D'anna, Diego Echegoyen, Luis Escaño Manzano, Mario Frías, Yamila Gallione y Cecilia Tognola. Las funciones continúan los miércoles (a las 21) y los sábados (a las 21:30) en el teatro Hasta Trilce (Maza 177), gombrowicziano espacio con muy buenos precios, gran atención y una pizza más que respetable.
Txt: Nicolás Hochman
martes, agosto 13
Cast of half forgotten
En Cebollati me comí un chivito buenazo como me dijo la chica. En la heladería, chiviteria y casa de artículos del hogar enfrente de la plaza. Vi el atardecer en la ruta, se hizo de noche y entré al pueblo alumbrado por la linterna frontal. Como cosa de mandinga pinché tres veces en dos días así que el último tramo se me hizo duro. Pero el chivito me revivió. Y el Wifi, y la canción de Bart & Friends en loop con ese corito que me puede. El pop es una serie de mantras que por alguna razón extraña nos hablan de manera enigmática; I could explain but it might take some time. La canción tiene un título bárbaro che; Cast of Half Forgotten. Una versión; ¨Elenco de actores olvidados¨. Estuve ahí un rato largo reponiéndome y hablando con la chica por el skype hasta que decidí salir al frío. Bajé 7 kilómetros hasta el río con las manos heladas, la oscuridad absoluta y el cielo estrellado. A mis espaldas la luna creciente baja en el horizonte; terrible. Lost Highway state of mind. Cuando por fin llegué a la orilla se veían las luces de Charqueada, el otro pueblo; había movimiento en la otra orilla. Yo miraba como un espectador; escuchaba voces lejanas que no entendía. De este lado el silencio absoluto. Me di el gusto de dormir bajo una garita. Es sábado por la noche. Primero, como para recordar que estaba en Uruguay todavía, se escuchaba Zitarrosa. Después cerca de la media noche un house denso que jamás imaginé entre los arrozales, el monte y las aguadas. En algún momento me dormí. Y en otro desperté y cuando saqué la cabeza de la bolsa de dormir vi a la balsa y un tipo que me saludaba y una moto que salía. Era temprano y una bandada de bandurrías pasaba en perfecta formación rumbo a algún lado. Las bandurrias con sus picos largos con una especie de gancho me recuerdan a esos dinosaurios que vuelan. Del otro lado me esperaba Da Silva. Por esta zona uruguayos y brasileños andan entreverados. El balsero me indicó cual era la casa de Da Silva y me dijo que me podía ayudar. Me aviso eso sí que tenía el taller medio desarmado porque se había mudado y separado de la mujer. Tantos kilómetros realizados, tantas invitaciones declinadas para una mañana fría de domingo encontrarme con Da Silva. Salió, por supuesto, con el termo bajo el brazo y me recibió como si fuera un amigo que estaba esperando. Cuanta bondad en ese hombre. Da miedo hablar y decir algo inconveniente. Eso sí, mate no convidó porque el uruguayo toma solo. Me contó que era ciclista él mismo, que había corrido varias Vueltas al Uruguay, que por temporada en sus días hacía unos 15000 kilómetros y que ahora empezó con la Mountain Bike como todo el mundo. Me explicó que el paso por la arrocera 33 estaba cortado por la crecida del río y me hizo pasar a su casa que parecía un campamento. Como Andreas en Frankfurt el ciclismo era su vida, la casa era un campamento nómade con partes de bicicletas por todos lados, una sección de los trofeos como un altar y las dos bicis nuevas y flamantes que relucían en la oscuridad. Había también un sillón y una tele. Somos un poco como los marineros que se encuentran en los puertos. Más o menos. Un poco. Me fui contento, algo extrañado y con la bici como nueva. Fue un día largo. Pasé por un pueblo como los de antes con un nombre oficial y uno mucho mejor, ¨Dragón¨ que es el nombre de la estación. Mucho paisanaje y caballos atados en el almacén como si fueran motos. Antes en la ruta anduve un rato largo con un gavilán planeador que iba cazando por la banquina. Una y otra vez me pasaba sobre la cabeza. Dos cabalgan juntos. Maravilloso. Es un bicho hermoso vea. Silvana me dijo que era yo en otra vida. Antes de llegar a Cebollati me metí por caminos que no aparecen en el mapa. Un paisano a caballo y acompañado por nueve perros me preguntó sí me habían echado de la casa que llevaba todo encima. Por esos caminos entre palmares y bañados vi pájaros de toda clase. Por la tarde el sol por fin dejó las nubes y volvió los campos amarillos. Llegué de noche a la frontera y dormí en un telo. Mañana, ya en Brasil, salgo rumbo a un pueblo llamado Quilombo.
Dj Malhumor
miércoles, agosto 7
Escape de Prisión
Se me terminaron las trasnoches de Prison Break en la cabaña y pasé a los últimos episodios de Mad Men que tenía colgados. Veo Mad Men y me vienen unas ansias enormes de ser sofisticado. De manejar mi propio Cesna y navegar a vela. Sin embargo acá estoy con Garcia en su rancho/taller rodeado de seis perros y partes de autos y cosas diversas de toda naturaleza. ¨Encantado el ojo que lo ve¨ me volvió a decir riéndose de su condición de tuerto. Un ojo que perdió dos veces. Cada viaje es un personaje nuevo. Esta vez Molina; otro gaucho que se hace a la mar. Simbad el Marino. Cinco días a la deriva para ser rescatado por un petrolero y llegar a Montevideo como un rey. O tres días en un bote amarrado a la punta de un sauce hasta que pase la crecida. Habían salido a cazar carpinchos y gatos del monte. Que ahora estaban refugiados todos juntos en esa isla improvisada. Historias de rescates en Cabo Polonio de barcos llenos de tesoros. No oro y plata pero si cajas de whiskies o toneles de yerba brasileña para vender en Maldonado. Por las noches los sueños. Prison Break es la peor serie que vi en años. Y de tan mala se convirtió en buena. Y se mezcló con los sueños. Soñé con Michel y con Mahone. Una especie de guerrero griego en el Hades. El caído por antonomasia. Lincoln está en mi top five de los peores actores que he visto. Así recordaba a la televisión. Ideas potentes, guiones tirados de los pelos, actores horribles mezclados con interpretaciones decentes; malos malísimos; personajes queribles. Nunca tuve una racha tan larga noche tras noche de sueños tan intensos; en locaciones tan extrañas y llenos de tantas revelaciones. Al mediodía fuimos a la costa a ver pasar las ballenas. Como una cita. Vimos albatros y un petrel gigante. Vimos toninas y lobos marinos; en su mundo. Nestor fue jugador de futbol en Colombia a principios de los setenta. El tigre Morelli. Tiene sus fans en Facebook que cuelgan recortes de los diarios. ¨No soy un asesino¨ decía el titular después de una expulsión por una patada violentísima. En otra foto la policía lo sube a un furgón en el estadio mismo por haber sacudido a uno en la cara. Como el Bambino Veira se acostó con cien mujeres in a row. Una tarde en lo mejor de su carrera su destino se jugó en un salto y una pelota dividida. Al caer se lesionó y terminó como mozo en Alaska. Repite que es lo mejor que le pudo haber pasado. Después tuvo taxis en New Jersey. Ahora habla de tanto en tanto con extraterrestres y es mi gurú personal (junto con Rob Brezsny, ver www.freewillastrology.com). Según uno de mis sueños mi casa de Boedo es mucho más grande de lo que creía. Hay muchas más habitaciones escondidas y vive gente que no conozco. Eso explica muchas cosas. A veces vivimos encerrados entre cuatro paredes. Por la ventana de la cabaña (Nestor le dice el rancho) y desde mi habitación veo unos árboles altísimos. Una tarde me desperté de la siesta pensando que estaba en África. Sentí el paso de los elefantes y los rinocerontes. Ayer iba a salir ya rumbo a la frontera y cruzar dentro de unos días el río Yaguarón pero el día estaba hermoso y nos fuimos a la playa. Hoy tampoco salgo porque hay viento con lluvia. Por las noches vimos películas de personas que se veían a sí mismo en el pasado. El fuego estuvo encedido each and every day.
Dj malhumor.
jueves, agosto 1
Jonas Mekas - Lo que el cine pudo haber sido
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Cahiers du cinema,
cine,
Jonas Mekas,
polémica
en
7:47 p.m.
por
Aldemarce
8 comentarios:
Sobre Jonas Mekas escribí hace un tiempo lo siguiente: ver acá y disculpen el auto bombo. Este texto fue escrito en relación a su película Sleepless nights stories proyectada en el Festival de Mar del Plata. Ahí cito, nuevamente, una máxima de Francois Truffaut que siempre me llamó la atención:
La película del mañana la intuyo más personal incluso que una novela autobiográfica. Los jóvenes cineastas se expresarán en primera persona y nos contarán cuanto les ha pasado: podrá ser la historia de su primer amor o del más reciente, su toma de postura política, una crónica de viaje, una enfermedad, su servicio militar, su boda, las pasadas vacaciones, y eso gustará porque será algo verdadero y nuevo… La película del mañana será un acto de amor.
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