jueves, septiembre 5

Beach House en Buenos Aires: Una antireseña


¿Tiene sentido hacer la crítica de un recital? Una razón para no hacerla es que pierde su función promotora o boicoteadora. Cuando se escribe una crítica, una de las intenciones es hacer que esa obra se vea/escuche o, contrariamente, que no se pierda el tiempo en verla/escucharla. En un recital esa función se pierde porque el recital ya pasó y como heráclitos rockeros que somos no podemos estar en el mismo show dos veces. Pero además, ¿qué se puede analizar en un recital? La crítica de arte es siempre un poco sospechosa desde que intenta objetivar una subjetividad. Pero dentro de ella hay diferentes instancias. La crítica de una obra nueva puede ser analizada de mil maneras, tomando continuidades y rupturas biográficas o de género, evaluando la eficacia de tal o cual mezcla, valorando tal o cual gesto, esbozando hipótesis de por qué falla o acierta, etcétera. Y si bien siempre queda una parte afuera, una parte intraducible e intransmitible propia de la experiencia íntima, hay materia para hacer análisis, para una acción prescriptiva, para la creatividad (una buena crítica no es la que más rigurosamente da cuenta de una obra sino la que mejor crea a partir de ella). Ahora, ¿hasta qué punto puede hacerse la crítica de un recital de rock sin caer en el mero relato de la experiencia? Si en una obra hay una parte que no se puede traducir, en la representación en vivo esa parte es prácticamente... todo. ¿Qué queda fuera de ella? La clásica lista de si sonó bien, si hubo buena acústica, si le pusieron garra, si tocaron mucho o poco, si cantan bien. ¿Pero qué importa todo eso? Se parece más a la cobertura del trabajo de un marcador de punta que a una crítica de arte. El recital ya pasó y salvo situaciones muy groseras, los recitales se disfrutan un poco más o un poco menos según la relación que se tenga con esa música, con esos intérpretes. Son espectáculos que tienen más de ceremonia que de apreciación adorniana del Arte, o al menos así los vivo yo (sic sic). La cuestión es que en algún momento de la noche, Beach House tocó Silver Soul, que es mi canción favorita por muchas razones, una canción poderosa, existencial, una de esas canciones que se vuelven un hogar. Y como todo sonó bien, le pusieron garra, tocaron lo que tenían que tocar y la voz de Victoria Legrand estuvo impecable, terminé esa canción muy emocionado.

3 comentarios:

Darío dijo...

Es la mejor crítica que pude haber leído al recital más hermoso del año, si no fuera porque Robert Smith me hizo bailar más de 3 horas. Si no fuera porque a veces parece difícil volverse objetivo frente a Legrand.
Saludos.

youth dijo...

Buena crítica! En mi caso, me costó "aclimatarme" al principio del show....Pero cuando el alcohol me hizo más sensible lo empecé a disfrutar mucho.....

youth dijo...

Un comentario que no tiene nada que ver, pero otra sensación que me dejó el recital fue la de lamentar la posibilidad clausurada de ver/escuchar en vivo a Broadcast, dada la triste muerte de su cantante