lunes, marzo 26
Cabsha
Recién salí a buscar alguien que arreglara la heladera y volví a ver al hincha de San Lorenzo con el perro. Ya descubrí incluso dónde vive. Vive en el edificio de la pared blanca donde proyectamos en la última fiesta Space Invaders. Cada mañana o tarde está sentado en uno de los varios bares de la calle. La otra vez estaba con otro tipo y el perro arriba de una silla y el tipo que le dice: ¨el día que el perro te hable te va a putear¨. La respuesta del flaco con bigotitos fue que el día que el perro le hable se cae de culo. Hoy cuando pasé le decía al diarero mala onda de la esquina que gritó con todo el gol de Arsenal. A los de San Lorenzo les queda gritar los goles de los otros. Ayer volví del Delta a donde me fui por unos días. Remé y remé tratando de dejar algunos pensamientos atrás y llegué a la altura de Carmelo. Prendí el celular y tenía señal uruguaya. Me emocioné y empecé a mandar mensajes como Herzog, el personaje de Saul Bellow, mandaba cartas. Llegue a la confluencia del arroyo y el gran Paraná. Impresionante. Pájaros y el agua que bajaba lenta. Al atardecer con lanchas ruidosas llegaron los pescadores con un cargamento de vino, asado; salamines; fernet, whisky y cerveza. Yo estaba tirado bajo un árbol con un libraco de mil páginas leyendo como un maricón. Me explico no? Extasiado con Isak Dinensen que es una mujer con nombre de varón como a mí me gusta. Hacía tiempo que no leía algo tan pero tan notable: ¨había aceptado la felicidad de la vida de una forma distinta, no como creía realmente que era sino – al igual que un reflejo en el espejo – como la veían los demás…¨.
A la nochecita me acerqué al quincho del camping a cocinarme unos fideos y allí estaba Oscar haciendo el asado con el trapo al hombro como dios manda. Enseguida me convidó un vino, un salame espectacular con queso y pan y las diferencias se habían ido. Esta sociedad de pescadores era muy extraña. Había un mandamás con plata que ponía la lancha y toda la increíble cantidad de comida y bebida y los demás que realizaban tareas que iban desde preparar anzuelos hasta cocinar. Más tarde llegaron unos cuantos más algo escabiados con las camisas abiertas y las panzas al aire bastantes simpáticos. Yo era el raro que vino remando en el kayak. Por una serie de deformaciones sonoras espectaculares me bautizaron Cabsha. Que tarea para un filólogo del futuro! Tomé unos cuantos vinos y después de meditar frente al río y ver como se iba el sol me retiré a mi carpa a ver Homeland; la serie que andaba necesitando. Los norteamericanos son una cosa increíble; todavía no se fueron de Irak donde hicieron lo que hicieron y ya crearon esta historia de una complejidad apabullante sobre esa guerra. Después de ocho años encuentran a un marine a quien creían muerto en una prisión. Al tipo lo quieren transformar en un héroe para avivar la llama perdida de la guerra pero en la Cia; una agente enferma de bipolaridad sospecha otra cosa. La tensión es increíble; las diferentes líneas argumentales llevadas por los personajes también. Querés y no querés que sea un agente encubierto; querés y no querés saber. Cada uno puede leer como quiera y cada uno encontrará sus buenos y malos; las identificaciones fluctúan como las indecisiones de los personajes. Tres capítulos por noche que es lo que duraba mi batería. Después me transformaba en Cabsha y me iba a jugar al truco con los pescadores. Oscar observaba al mismo tiempo la mesa y el asado. Lo primero que me dijo es que tenía 60 pirulos y una mujer 22 años más joven que él. Yo pensaba que era una conquista reciente pero resulta que no. La conoció cuando ella pasaba frente a su maxiquiosco en puente La Noria hace como 20 años. La piba tenía 15. El estaba destrozado porque su primera mujer lo había dejado por otro después de 15 años y cuatro hijos. Todavía le duele. Cuando me lo contó miraba al piso. Extraño el corazón del macho. Le leí un fragmento de Dinensen que había escrito en mi libreta: ¨…la verdadera diferencia entre Dios y los seres humanos, pensó, está en que Dios no soporta la continuidad: no bien ha creado una estación del año, o una hora del día, se le antoja algo distinto y lo suprime todo. No bien ha llegado uno a la juventud y es feliz, cuando la naturaleza de las cosas lo arroja al matrimonio, al martirio y a la vejez. Y los seres humanos se aferran a esa situación. Sus vidas pugnan por sujetar fuertemente el instante, y luchan contra una forcé majeure; su arte no es sino un intento de atrapar por todos los medios un momento concreto; un estado de ánimo; una luz, una belleza y hacerlos durar eternamente. Es un error, pensó, imaginar el paraíso como un estado inmutable de dicha. Al contrario, probablemente se revelará como un fluctuar incesante, un remolino de cambio. Solo que, para entonces, puede que te hayas fundido con Dios y haya empezado a gustarte. Pensó con profunda tristeza en todos los jóvenes que a lo largo de los siglos habían sido perfectos en belleza y vigor – jóvenes faraones de rostro limpio cazando, en sus carros, a lo largo del Nilo, jóvenes sabios chinos, vestidos de seda leyendo bajo la sombra de los sauces- que se habían convertido, en contra de su voluntad, en defensores de la sociedad, en suegros, en autoridades en el terreno de la nutrición y la moral; todo lo cual era muy triste…¨ Oscar estuvo en silencio un rato pensando. Cuando volvió en sí me ofreció más vino y me dijo; suspirando, que estar solo en efecto era, como dijo Aristóteles, cosa de dioses o de bestias. Me retiré a dormir mientras los muchachos gritaban ¨cabsha, cabsha¨. A la mañana siguiente todos se habían ido en los botes al medio del río. No se de dónde sacaron las fuerzas con todo lo que habían chupado. Para despedirme estaba Oscar que me ayudo a bajar el bote y me saludo con algo de tristeza. Yo empecé a remar río arriba simplemente tratando de no pensar; la tarea más difícil de todas las que tenía por delante; entre ellas encontrar un bar dónde amarrar mi bote y bajar a ver al River de Trezeguet.
Dj malhumor.
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1 comentario:
Uno de los mejores textos en un tiempo largo! Grande Malhumor!
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