Uno de mis momentos favoritos de Stray Dogs es la doble escena en la que el personaje de Lee Kang Sheng y sus hijos cumplen el rito de higienizarse y cambiarse antes de acostarse. Descontextualizadas, no significan demasiado, pero en el trayecto de la película, esa combinación de movimientos medio automáticos, de indicaciones torpes y de nula demostración afectiva en un espacio ajeno y escamoteado como es el de un baño público exuda un humanismo-perruno que (me) conmueve.
Y eso es, en parte, lo que trae Tsai, imágenes que no surgen meramente de desplegar una idea, sino de crear a partir de los pliegues de esa idea, buscando siempre una belleza que interpele, que sea nueva y que no abandone el amor pero que tampoco sea condescendiente.
Como en toda película de TML, hay además una narración, en este caso una disputa por la tenencia de los hijos entre una madre que todavía se aferra a la humanidad (al pensamiento, al diálogo, al arte, etc.) y un padre que trabaja como cartel y parece estar perdiendo esa batalla. Pero más allá de esto, lo que nunca se pierde aún en ese contraste y en esos espacios chotos e inhumanos (y como siempre húmedos) es la preocupación por la supervivencia de lo humano, así sea en forma de perro.
No sé si con esto contesto, al menos en parte, mi propia pregunta sobre qué mierda me gusta de todo esto. Creo que un poco.
Como en toda película de TML, hay además una narración, en este caso una disputa por la tenencia de los hijos entre una madre que todavía se aferra a la humanidad (al pensamiento, al diálogo, al arte, etc.) y un padre que trabaja como cartel y parece estar perdiendo esa batalla. Pero más allá de esto, lo que nunca se pierde aún en ese contraste y en esos espacios chotos e inhumanos (y como siempre húmedos) es la preocupación por la supervivencia de lo humano, así sea en forma de perro.
No sé si con esto contesto, al menos en parte, mi propia pregunta sobre qué mierda me gusta de todo esto. Creo que un poco.
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