-Te apuesto todo lo que tengo,
incluyendo mi “Monk’s Dream” autografiado por el mismo Thelonious.
- Prefiero a Coltrane. No es tan
recargado.
Este diálogo no es entre dos amigos de
la bohemia neoyorkina o dos melómanos de cualquier parte del mundo, es la
conversación entre una agente de la CIA que intenta convencer a su jefe sobre
una corazonada. Y no es menor la importancia de este
intercambio porque este es el tono en el que Homeland transcurre. Agentes de la CIA, marines y
funcionarios que además de lidiar con yihadistas, terroristas y agentes dobles,
tienen vida propia, gustos y conflictos personales y siempre están tan cerca
del cielo como del infierno.
La construcción de los personajes es
una clave de la serie. Carrie Mathison
(Claire Danes) es una agente de la CIA en
sus treinta años, con pasado oscuro en Irak, fanática del jazz, síndrome bipolar
en desarrollo y que llega a introducirse subrepticiamente en la casa de su
hermana médica para robarle medicación antipsicótica.
Nicholas
Brody (Damián Lewis) es un marine que trata de
adaptarse a su antigua vida luego de 8 años en una mazmorra iraquí y a quién el
gobierno trata de convertir en héroe de guerra.
El tercero en el par es Saul Berenson (Mandy
Patinkin), jefe de división de Oriente Medio de la CIA, antiguo líder y
mentor de Carrie, que debe enfrentar una inminente ruptura matrimonial debido a
su workahólica dedicación al trabajo.
Todo estos conflictos personales se desarrollan en medio de caza de “terroristas”, cámaras ocultas, escuchas telefónicas, polígrafos y funcionarios de dudosa inteligencia y honestidad. Paralelamente, las variadas subtramas que se tejen en torno a las vidas privadas de los personajes fluyen sin esfuerzo a través de la historia principal, manteniendo el suspenso y el interés intactos.
Todo estos conflictos personales se desarrollan en medio de caza de “terroristas”, cámaras ocultas, escuchas telefónicas, polígrafos y funcionarios de dudosa inteligencia y honestidad. Paralelamente, las variadas subtramas que se tejen en torno a las vidas privadas de los personajes fluyen sin esfuerzo a través de la historia principal, manteniendo el suspenso y el interés intactos.
La tensión que se da entre Carrie y
Brody es un punto alto en el clima y la intensidad dramática de Homeland. Ambos están concebidos como anverso y reverso en un espejo que puede
devolverles alternativamente su imagen como héroe o villano y es en esa
contienda emocional y agonal donde radica lo más interesante de cada capítulo.
Siempre está latente la posibilidad de que los personajes estén jugando
veladamente en el campo contrario en el que revistan oficialmente. Esta
situación genera una permanente imprevisibilidad, cualidad notable si tenemos
en cuenta la avalancha de películas y series donde todo está marcadamente
preestablecido desde los primeros minutos y uno termina jugando, por falta de
mejor entretenimiento, a contabilizar cuantas de las predicciones evidentes que
hizo apenas empezado el film se cumplen finalmente.
Quienes disfrutaron de “24” encontraran
claras analogías y estas no son casuales: Alex Gansa y Howard
Gordon, guionistas de la serie protagonizada por Kiefer Sutherland, son dos de
los adaptadores del libro del israelí Gideon Raff en el que está basado la
serie. Además, el excelente musicalizador Sean Callery, quien también lo fue de
24, agrega elementos de similitud.
Desde
ya, no esperen ninguna autocrítica ni cuestionamiento alguna a la guerra contra
el terrorismo. El malo de toda maldad es un tal Abu Nazir, miembro de la ubicua
organización terrorista Al-Qaeda. Nada se dirá de Guantanamo, Enron, Abu
Ghraib, contratistas de defensa, armas de destrucción masiva inexistentes y
otras “hazañas” de la gran democracia del norte. El fantasma apocalíptico del
11/S todavía recorre el espíritu americano con saña feroz.
El imperio tiene claro que debe presentar y respaldar sus argumentos y
posiciones dentro de un formato atractivo. Y con este thriller lo logra
absolutamente, aunque su historia oficial sea completamente falsa. Tampoco es
casualidad que Barack Obama haya dicho que Homeland y Boardwalk Empire (basada en la vida de un mafioso de los años 20
adscripto al partido republicano) son sus dos series preferidas.
Y si de casualidades y causalidades
hablamos, mi paranoia anti imperial me encontró al mismo tiempo que disfrutaba de esta muy buena
serie, leyendo “Legado de Cenizas, la historia de
la CIA”, el esclarecedor libro de Tim Weiner (escritor y periodista del New
York Times y ganador del Pulitzer de 1988). No pude dejar de reparar en el contraste entre Homeland, con sus
personajes melómanos, altruistas y sacrificados con los verdaderos miembros de
la Agencia. Weiner destroza a la CIA y a
sus agentes describiendo operaciones encubiertas, asesinatos, torturas,
sobornos, mentiras, traiciones, falsas revoluciones, organizaciones de
cobertura, fraudes, elecciones amañadas, diplomáticos truchos, operaciones
desastrosas, golpes de estado y todo tipo de acciones para “defender la
libertad” en el mundo.
Solo un ejemplo: luego del desastre de
Bahía de los Cochinos (en el que la CIA fue principal protagonista), Bobby
Kennedy le ordenó a Ed Lansdale, jefe de operaciones del grupo especial de la
agencia, que proyectara el trabajo de la CIA en lo sucesivo para derrocar a
Fidel Castro: “reclutar y movilizar a la iglesia católica y a los movimientos
clandestinos cubanos, fracturar el régimen desde adentro, sabotear la economía,
subvertir a la policía secreta y destruir las cosechas con armas biológicas o
químicas”.
Cada una de las operaciones secretas
que Weiner describe está respaldada en un voluminoso apéndice basado en más de
50.000 documentos de su archivo propio y de material desclasificado del gobierno de EEUU, además
de cientos de entrevistas a los principales protagonistas.
Y yo me quedo pensando, quizás alpedísticamente
y sin ningún fundamento, que la CIA no sería tan nefasta si sus agentes
disfrutaran verdaderamente de Coltrane y del gran Thelonious.
txt: Hochimilk (@Hochimilk)
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