En El discreto encanto de la repetición Gustavo Constantini sostiene que “en medio de una repetición constante de notas iguales (…) la introducción de una mínima diferencia (…) puede suponer un factor de ruptura de una aparente permanencia y homogeneidad”. Este principio constructivo compuesto por la introducción de elementos recurrentes, de repeticiones temáticas, formales y narrativas y su consiguiente variación es una marca de estilo que puede verse a lo largo de la obra de Hong Sang Soo. El problema de la representación, las referencias metatextuales, las relaciones de pareja, la circulación del deseo a través del dialogo funcionan como punto de partida y como lei motiv en casi todas sus películas. Pero lo que hace a The day he arrives una de sus films más concisos y redondos es la capacidad de poder trasladar estas isotopías generales a la singularidad de cada una de las escenas y hacerlas emocionantes.
La anécdota es
sencilla: Yoo Seongjun es un joven director de cine prontamente retirado que
vuelve a Seúl para encontrarse con un viejo amigo. Durante esa estadía en la
que no sucede mucho en término de acciones o revelaciones se sucederán una
serie de encuentros confusos, contradictorios, repetitivos, intercambiables y circulares.
Esos encuentros (signados por una serie de diálogos hongsangsoonianos gloriosos
que sostienen la estructura dramática a pesar de las vueltas del guión) están dotados
de una Indiscernibilidad ontológica que dificulta precisar si continúan la
misma temporalidad o si inauguran otra con respecto a la escena anterior. Por
ej vemos a Yoo Seongjun seduciendo a la dueña del bar y más adelante a la amiga
de Youngho, pero aunque en un primer momento visualicemos estas secuencias como
variaciones sobre un mismo tema o episodios enfrentados entre si, en ellas se presupone
(aunque cambien algunas coordenadas) un cierto pasado común que se arrastra o se
modifica (a partir de esto podemos percibir similitudes con el Kiarostami de Copie Conforme) sobre la marcha y que
enrarece las relaciones, los vínculos entre los personajes.
Lo interesante es
que aunque exista una supuesta superposición de tiempos distintos y la
linealidad se vea comprometida la película nunca pierde coherencia o accesibilidad a la mirada (en esto se asemeja
y se diferencia del primer Resnais). En todo caso esta dificultad para precisar
el estatuto de cada imagen le permite a Hong Sang Soo
reflexionar sobre la contingencia de la vida, sobre el completo azar que
significa no sólo amar a otra persona y ser correspondido, sino sobre como el
mínimo hecho cotidiano nos afecta e incide en quienes somos; y a su vez, si
pensamos en términos de obra, le permite continuar meditando sobre su propio
cine y sobre ese modesto y misterioso horror que es el mirarse a uno mismo.
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