(REPORTA DESDE CANNES, MARCELO ALDERETE, CANIBAL CINEFILO)
Otro día más en donde mis actividades laborales me mantienen alejado del cine. Suena paradójico, pero es así. También es cierto que a pesar de todo -y sacando dos funciones del mercado de las que huí raudamente-, pude ver la que hasta ahora es la mejor película en lo que va del festival y hacerme con mi entrada para asistir al evento cinéfilo de este festival: el Dracula 3D del maestro Dario Argento.La mejor película, en lo que va de mi festival, es Mekong Hotel de Apichatpong Weeresethakul. Al terminar esta crónica, espero poder demostrar que Argento y Weeresethakul son directores muy similares, aunque sea desde las antípodas de sus obras y visiones cinematográficas. ¿Será esto posible? ¿Acaso los extremos no se tocan y acaso las dos caras de la misma moneda no son, al fin y al cabo, la misma moneda? Y se me acabaron los lugares comunes, aunque eso, comunes, es lo que justamente no son ni Dario ni Apichtapong. Pero empecemos desde el principio.
A veces pasa: un día, sin previo aviso, aparece una Valentina en la vida del cinéfilo solitario que se toma el colectivo para ir al Palais. Valentina es una actriz chilena que estudia en Londres gracias a una beca, y vino a Cannes para la presentación de La noche de enfrente, última película del gran Raúl Ruiz, en donde Valentina actúa. Aunque ella dice que aparece solo en un par de escenitas. Pienso en más de una actriz argentina que basaría su carrera en haber aparecido aunque sea un segundo en una película de Raúl Ruiz. Valentina nos confirma que (leer con acento chileno), el hotel donde paramos, nosotros y ella, es una "puta mierda". Y habrá que creerle nomas.
Junto a Valentina tomamos el 20, y previo tour didáctico por la zona del festival (un servicio gratuito que Alderete Producciones brinda a las chicas lindas), nos dirigimos a buscar entradas, enterándonos que los actores acreditados retiran sus tickets en una oficina diferente. Al salir de allí, se nos acerca otra actríz, esta vez española. Christina nos escucha hablar y nos pregunta si somos argentinos y nos ponemos a conversar e intercambiar teléfonos, mails y esas cosas que hacen la vida social mucho más efectiva. Pero dejemos a las bellas actrices por ahora, que de esto no se vive (mentira) y sigamos un rato más con la vida social, que hoy fue un día cargadito en ese aspecto.
En el transcurso de la jornada, nos cruzamos y charlamos con los chilenos AFA, Raúl Camargo y Carlos Núñez R. Más tarde, por la noche, ya de vuelta al hotel, veo que me saludan de un bar y no eran otros que el eminentísimo Sr. Jurado de Un certain regard Luciano Monteagudo, cenando con él, (que raro escribir esto) el ex- director del BAFICI, el señor Sergio Wolf, quién se burló de mis penurias y quejas por no poder ver muchas películas. "¿Viste lo que pasa con la cinefilia cuando hay más responsabilidades?", me dijo. Y tiene razón. En las responsabilidades comienzan a morir los sueños de los cinéfilos. Monteagudo nos contó divertidas anécdotas de su tarea de jurado y nos aseguró que Tim Roth es una buena persona. Con Sergio le dijimos que no se confíe demasiado, mirá lo que le paso a Harvey Keitel por confiarse. Y así, caminando al lado de Wolf hasta la terminal de micros y esperando junto a Valentina la llegada del 20, termino un nuevo día.
Y me estaba yendo sin hablarles de la nueva película de Apichtapong. Ahí vamos, antes de que nuevamente me gane el cansancio.
En las listas previas que circularon con los títulos para este festival de Cannes, la de Apichtapong no estaba en ningún lado. Hasta que, de repente, apareció en una sección al costado de las competencias oficiales. Hay algo de lógico en esta decisión de Fremeaux, ya que el canon de normalidad de su festival seguramente no concibe a Mekong Hotel como una película. Y algo de eso hay (ay!) aunque no dicho de manera peyorativa. Es tal el estado de gracia de Weeresethakul hoy en día, que incluso sus ensayos o apuntes son superiores a muchas de las películas que participan en este festival en las secciones oficiales. Mekong Hotel funciona de la misma forma en que lo hacía el corto documental A Letter to Uncle Boonmee, previo al largometraje El hombre que podía recordar sus vidas pasadas (Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives). Aunque al final las dos obras terminen funcionando de manera autónoma. En Mekong Hotel hay una pareja de actores dialogando entre ellos, quizás en el descanso de un rodaje o ensayando el texto de esa misma película, grandes planos de paisajes en donde sus figuras se recortan, allá a lo lejos en la inmensidad, una madre y una hija hablando entre ellas y un músico que ensaya y olvida una canción, interpretada en su guitarra acústica, frente a la mirada atenta del mismísimo Joe y -aquí viene la sorpresa- personas que aparecen comiendo carne humana debido a un cambio sufrido en sus metabolismos. Si señores, la próxima película de Apichtapong, podría ser una de terror.
Y hablando de terror, el terreno queda preparado y manchado de sangre para la llegada del Dracula 3D, esperadísima nueva película de Argento que se presenta hoy a la trasnoche. Lo único que pido es no estar cerca de mis conocidos si llega a hacer acto de presencia el mismísimo Argento. Mis lágrimas podrían comenzar en ese momento y detenerse recién dentro de cuatro festivales. Y sabemos que el 3D no se lleva bien con las lágrimas.
Al empezar a escribir esta crónica les prometí unir los nombres de Weeresethakul y Argento, pero ahora no recuerdo bien ni cual, ni cómo era mi teoría. Algo sobre la creencia en lo sobrenatural en los dos autores, sobre la intima relación entre el cine exploitaiton y el cine arty... Pero no, no hay caso, no logro recordarlo. Se los debo. Lo que indica dos cosas: una, mi falta de inteligencia; dos, mi cansancio y tres, la poca palabra que tengo. Ah, eran tres las cosas indicadas...
Nuevamente, y contando las horas para la medianoche de Argento, los despide desde la frontera misma de Cannes pero siempre del lado de adentro, este humilde cronista.
(Con todo el amor y garra que le estamos poniendo a este festival, no sé que espera Thierry Fremeaux para ponernos un auto con chofer a disposicion, si lo ven por ahí, avisenle).
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