domingo, julio 22
Tyche y automaton
El 15 de Julio de 2012 a las 7.16 de la mañana, en el camino que va desde Puerto Maldonado a la triple frontera entre Perú, Brasil y Bolivia vi una pantera negra (gato onza) corriendo a toda velocidad en medio de la carretera. Primero fue una masa brillante que me sacó del letargo del fresco matinal (todavía se estaba levantando la niebla húmeda). Estaba lejos pero de tan grande no podía ser un perro; mucho menos con ese color negro brillante. Me paré incrédulo y observé con los binoculares. No podía ser verdad. Y aunque todavía a mucha distancia, venía hacia mí sin detenerse. Yo estaba en la cima de una loma así que la perspectiva era la de un cuadro. Cuando llegué a la conclusión de que no me engañaba miré a mi alrededor para ver donde podía refugiarme llegado el caso. Más atrás había una casucha abandonada. Retrocedí unos pasos, apoyé la bicicleta en un poste y cuando volví a mirar la criatura había desaparecido en la espesura.
Toda mi existencia justificada en ese encuentro. Mis aciertos y errores, las oportunidades desperdiciadas; las lapiceras perdidas, las monedas encontradas; las torpezas y las palabras no dichas. ¿Qué querés ser cuando seas grande? Ponerme en la situación de que un millonario me invite a recorrer las costas africanas en su velero. Ponerme en la situación de que un puma cruce el campamento. Ponerme en el lugar donde puede encontrar una pantera, la criatura más asesina del planeta. Así me decía mi tía cuando veíamos juntos Tarzán. La Pantera es el único animal que mata por placer me decía. Sanguinaria Alicia. En lo que siguió del día vi dos loros rojo brillante, un gavilán blanco y un tipo llevando una heladera en un ciclomotor.
Pasé otra vez por Los Ángeles (batichica está en L.A. etc, etc) y por dos pueblos, uno llamado Alerta y el otro Alegría. Escuché Radio Dept hasta que me quedé sin batería. Los ríos aquí son majestuosos. Crucé el Madre de Dios (¡qué nombre!); el Beni y el Orthon (sí, como la chica de Portishead ¿no?). Son anchos, bajan lentos y están rodeados de selva. Aparte tienen puertos como solo había visto en el mar. Marineros, gente que sabe de barcos y la sensación que en cualquier momento puede suceder cualquier cosa; que un minuto alguien te puede tentar y llevar quien sabe dónde. Pasé por una comunidad donde servían pescado frito y carne de monte. Un chancho renegado llamado jochi que no se deja domesticar y vive de noche. Vi víboras muertas grandes de verdad y vi una especie de marmota parada en dos patas que cuando se bajó y corrió parecía un gato salvaje. En Cobija dormí en el Hotel Thriller. Aquí cualquiera pone el nombre que quiere a cualquier cosa. Pasé un Motel llamado Mí Tía, Un nido de amor. Al lado otro cartel señalaba el Motel Lujuria. Dos opciones a menos de 30 metros. Escribo en una habitación amplia con pisos de maderas y un ventilador de techo viejo y ruidoso, como si fuera un explorador inglés a las puertas del Níger. Desde el balcón puedo ver el río Beni, me dicen, infectado de anguilas; yacarés y unos peces que llegan a dos metros. Río abajo se llega al Amazonas, al Atlántico y a la casa de mi amigo Mario que se debe estar fumando un cigarro frente al mar.
Dj malhumor.
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