La ciudad de Puchon me recibe (como para que no extrañe mi Buenos Aires querida) con calor, humedad y mucha lluvia. En el camino del aeropuerto al hotel comparto el taxi con el irlandés Ciaran Foy, director de CITADEL. Ciaran es muy simpático y viene de gira con su película, un hit en el circuito de los festivales fantásticos que comenzó su carrera en SXSW y continúa hasta el día de hoy. Al enterarse que soy uno de los jurados que decidirá sobre la suerte de CITADEL, hacemos todos los chistes del caso. Buena onda el tal Ciaran, pero por ahora lo abandonamos, ya volveremos sobre él cuando tenga la oportunidad de ver su película.
Al llegar me espera una de las voluntarias del festival con un cartel con mi nombre. PIFAN está lleno de voluntarios. Chicas y chicos muy jóvenes con remeras rojas, siempre dispuestos a ayudar. Me cuenta alguien que son un pequeño ejercito de 300 personas. Y que para el cargo se inscriben alrededor de 4000 estudiantes.
El paso por el aeropuerto es rápido, a pesar de (o quizás debido a) mi estado zombi. Los paisajes que se ven al costado de la ruta, parecen la escenografía de una película futurista post-Apocalipsis. Grandes extensiones de una extraña tierra negra que, en parte gracias a la lluvia y la neblina, parecen no tener fin. Ciaran se excusa y se duerme. Yo no me puedo dormir y miro por la ventana todo el viaje mientras un televisor en el taxi (más grande que el que tengo en casa) muestra imágenes que bien podrían ser de un noticiero o algo por el estilo.
Puchon es una ciudad de provincias que se podría comparar con Rosario o Córdoba capital, por poner ejemplos. El centro son unas pocas cuadras y casi todo se puede recorrer caminando. El resto, grandes edificios tipo monoblocks. Cada manzana parece un lugar cerrado que contiene varias edificaciones y una pequeña plaza o escuela. No son lugares cerrados, sino cercados por rejas y diferentes lugares de entradas, llenos de árboles y naturaleza. El calor acá es tan fuerte que durante todo mi paseo me acompaña el canto de las chicharras (o su equivalente coreano). Todo el mundo me dice que esta ciudad mucho más chica que Seúl, pero esto lo voy a comprobar en los próximos días.
A pesar del jet-lag, la mezcla de sueño y no poder dormir, y el estar en el otro lado del mundo, no siento que la ciudad sea un lugar ajeno. Obviamente, la culpa de esto la tiene el cine. Por otro lado, pienso que tampoco está mal no entender lo que sucede alrededor de uno. Al contrario, es casi un privilegio. En el cine y en la vida, entender está sobrevaluado.
Mientras escribo esto ya pasaron varios días, pero debido al ritmo de trabajo, reuniones y películas, no logro ponerme al día con estas crónicas. Ayer fue la inauguración del festival, alfombra roja incluida, en un lugar similar a nuestro Luna Park ambientado para la ocasión. La mezcla de emoción y surrealismo que fue toda la ceremonia de apertura, en donde fuimos presentados uno por uno todos los miembros del jurado, es algo difícil de describir, pero que voy a intentar en las próximas postales. Y también empezar a hablar de películas, que por algo estamos acá. Espero que el soju me ayude.
Me despido por ahora.
Marcelo Alderete, yo estoy al derecho, al revés están ustedes.
2 comentarios:
tomaste soju? cómo conoces soju? jajaja bienvenido a Corea!
El soju lo conozco por las películas de Hong Sang Soo. Y por estos días es, casi, mi bebida oficial. Gracias por la bienvenida, es un país increíble.
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