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Es la segunda obra -como guionista, productora y también protagonista- de Jennifer Westfeld, la responsable de Kissing Jessica Stein. Ahora está más grandecita y más dedicada a la comedia romántica tradicional, con una pizca de psicoanálisis nomás en lugar de lesbianismo. La peli empieza en el diván y termina -por suerte- en la cama, pero en el medio hay un festival de analistas -si no cuento mal, por lo menos seis-, que llegan a una apoteosis nunca imaginada en Villa Freud. El mejorcito, de lejos, es el que interpreta Jason Alexander, alias George Costanza, el mismísimo.
La película consigue ser a la vez liviana pero con un aftertaste amargo. El mensaje es más o menos el mismo de siempre: no, nadie te asegura nada, pero igual algunas cosas valen la pena. Sobre todo la parte en que Ira ve súbitamente la luz mirando Harvey por televisión. Y dice, como tradujo mi amigo Alejandro Güerri: en este mundo tenés que ser muy vivo o muy amable. Yo fui vivo; recomiendo ser amable.
O como dice mi amigo Malhumor: ¿puede el cine hacernos mejores? No hay duda de que lo intenta.
Marcela Basch
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