viernes, septiembre 24

London Fields

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Leí el libro de Martin Amis con ese título hace bastante tiempo; alguién diría que mucho tiempo, pero ya no me asustan esa cantidad de años. Creo. La historia la recuerdo entre brumas; recuerdo un Londres algo misterioso, una mujer llamada Mary y un pobre chap. La palabra chap la escuché varias veces desde que llegué a Inglaterra y me gusta; poor chap. Siempre pensé que si algún joven autor argentino describiera Buenos Aires del modo que Amis describió su ciudad sería un gran escritor y yo viviría en un mejor lugar. Puede ser que estuviera equivocado y solo fuera mi deficiente comprensión del inglés lo que me hiciera creer eso. Eran los tiempos en que creía que me podía educar leyendo en cualquier idioma y a toda costa. Ahora mi inglés es un poco mejor; pasé de entender poco a entender justo lo contrario. No se a cuantos libros debo haber empeorado por la insuficiente comprensión. Me consuelo con haber mejorado algunos otros. Así es con todo supongo. Ahora vine a dar a un barrio muy cerca de London Fields lo que tomé como un buen signo. Por supuesto que estar en Londres se puede tomar en sí como un buen signo. Pero nunca se sabe. La amiga de un amigo me dejó su cuarto y en su biblioteca está el libro de Murakami que empecé a leer a principio del viaje y que debí dejar porque el pdf estaba corrupto. El perro se muerde la cola y cuando termine los seis cuentos de After de Quake deberé volver. Para darme un poco más de tiempo empecé a leer el libro de Miranda July que es delicioso y que también está entre los tesoros de este mundo privado. Me dejaron también una bicicleta lo que hace mi estadía más que ideal. Enfilé para Londons Fiels entonces. Es un parque claro y en una punta hay muchos bares y locales con onda; podría ser Palermo pero la gente es mucho más guarra y no es un barrio a donde tu mamá iría de compras. En un momento encontré un canal y me encontré pedaleando y pedaleando por kilómetros junto a barcos donde vive gente, patos, cisnes y más bares donde uno quisiera componer una canción o escribir una novela o algo. La música apropiada para la ocasión aparece de improviso; un inmejorable grandes éxitos de David Holmes y el disco de Beach Fossils que si no son suecos deberían serlo. Son de Brooklyn; no importa; mi idea del pop hoy en día viene de Suecia o Canadá, sea donde sea que se lo haga.
David Holmes es música para el movimiento; casi me pongo a saltar en un puente donde había parado a sacar fotos. Hay que seguir dice la música. Anduve por los canales como si fuera por otra ciudad y después salí al aire libre. Ya no hay disquerías me dije. Antes se encontraban en cada barrio y yo las buscaba con desesperación. Ahora la música viene conmigo. Después me puse a pensar que la última vez que estuve por acá era el final de esa época. Esa época ya no era aquella época pero todavía estaba mezclada con esta que es en la que vivo. Perdí algunos amigos, gané otros. Fui perdido también a mí vez supongo. Y encontrado, por qué no. Aprovecho para escribir una frase que me gusta mucho: todos somos el tonto de alguien. O algo así, se entiende, más o menos. Después llegaron los días de andar en bicicleta junto al río.

Dj malhumor.

jueves, septiembre 16

Apuntes del Natural

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Estoy en el centro de la isla. No puede ser más español el asunto. Mi cuarto está en la torre de un molino antiguo; muy. Estoy ahora en la terraza sobre la torre; siempre hay una brisa. La vista es de 360 grados. La isla está salpicada de montes que parecen granos (o tetas); al Este, al Oeste, al Sur. A lo lejos un monte tiene la forma del elefante comido por la boa del principito. O el sombrero a lo Humphrey. O algo por el estilo. Al Norte la Tramuntana. Está nublado. En verdad una masa de nubes blancas, algunas grises ocultan el sol. Hacia el Sur más nubes. Así y todo, en general, está despejado; pero decimos que está nublado. Terminé dos libros más de los que saqué de la biblioteca de la alegría. ¨Exploradores del abismo y ¨Ghost exits¨. Un veinte por ciento del libro de Vila-Matas me gustó (y bastante) el resto es zapada de alquien que tiene la profesión de escribir; alguien que conoce su profesión (y lo hace solo porque le pagan, en sentido amplio, no porque quiera); en esos momentos preferiría estár viendo al pibe que trabaja en la gomería de a la vuelta de casa que lo hace con más destreza y ganas. Philliph Roth nunca da puntada sin hilo; todas y cada una de sus frases tienen peso. Demasiado. Es ficción me digo; la vida no es solo decadencia; deterioro y horror. Me lo tengo que repetir. Abajo se ve el huerto del vecino; hileras ordenadas de verduras no identificadas. Veo muchas más cosas: techos de tejas por todos lados; los otros molinos; el parque donde hoy Mario paseó a la perra; más allá Selva (un pueblo que se llama así), edificios hacia el centro del pueblo de altura media (a lo más seis pisos, igual son altos para la altura media); la silueta de una fábrica (tal vez es una calera), olivos y olmos hacia donde se dirija la vista (también hay algarrobos pero eso solo lo se; los algarrobos de la isla son distintos a los nuestros y no se distinguirlos). Casas de piedra, edificios bastantes feos con aspecto de dependencias municipales; campos color tierra (casi la antítesis de lo que nosotros entendemos por un campo, siempre verde), palmeras de distinta altura aquí y allá; callejuelas que suben y bajan, autos estacionados que parecen descansar (es domingo), la planicie. Si me esfuerzo, hacia el Oeste, bien al fondo, el mar, la bahía de Alcudia. Terrazas, un mural. Escucho un rumor muy lejano de autos; una radio (solo diferencio eso; una radio), voces, palomas, aviones (a cada momento, siempre, hay un avión en tren de llegar o irse); gritos de una madre llamando a un hijo; chavalillos; cuervos; un pájaro enjaulado que silva (una cacatúa, tal vez un mirlo); la puerta de un auto que se cierra; otra que se abre; ladridos lejanos.
Estoy sentado sobre la parecita superior. Mirar abajo da un poquito de vértigo. A un costado está el libro que estaba leyendo cuando subí; ¨El rumor del oleaje¨ de Mishima. Comienza con una magistral descripción de la isla de Utajima (mil cuatrocientos habitantes, apenas 5 km de perímetro), un joven pescador avanza - como observado desde lejos - hacia un faro, lleva un gran pez colgando de un palo.
Una vecina vacía un balde; las terrazas vista desde aquí arriba se ven desordenadas; como la parte de atrás de un decorado. Bocinas, llora un bebé (es Lena). Las laderas de la Tramontana se ven muy verdes; sin embargo yo se que son muy secas, como todo el paisaje. Chimeneas, antenas; acelera una moto; ahora un ladrido insistente. Comencé otros dos libros que terminaré como un trabajo. "Camilieri" (sobrevalorado como todos los policiales, vengan de Italia o Escandinavia, de los últimos tiempos; con Simenon alcanzá y sobra) y una novela histórica de un alemán que estudios letras y ¨narra espléndidamente¨. Quisiera que la siguiente afirmación sea verdadera: ¨Antes jamás dejaba un libro o una película sin terminar; ahora raramente lo hago¨. No soy del todo libre para hacerlo. Sin embargo leo - estos dos libros - con desgano y a vuelo de pájaro; como la típica toma donde alguien en una película lee; así de ligero y rápido. Hay muchas Yucas en los jardines. Limoneros, cipreses y muchos más árboles y arbustos de los que desconozco el nombre y que no podría diferenciar de cualquier otro árbol o arbusto. La luz del sol escondida ilumina distintos sectores de la sierra; es la luz gentil del atardecer. Hay ropa tendida en todas direcciones (en todas las direcciones en que mire quiero decir). Un chavalin lleva a otro sobre el manubrio de la bici. Los procede un perro más bien chicuelo de color café con leche. Reposeras, sillas; tablas apoyadas de cualquier forma (Lena ya no llora, grita). Faroles en todas las calles. Un mujer habla en mallorquín con una voz muy alta. De todos los idiomas latinos que he escuchado este es el más incomprensible de todos; en comparación el catalán y el rumano parecen familiares. Campanadas. La mujer habla como si estuviera rezando. Tal vez lo esté haciendo; no puedo decirlo; por otra parte es solo una voz. Las nubes se movieron y aunque el sol sigue oculto puedo ver ahora la construcción en la cima del Puig Major. Un hombre sube el capot del auto y se zambulle en el motor. La hija (debe ser la hija) lo observa. Pronto empezará con preguntas. Un poco después se aburrirá y se irá. O será el padre quien le diga que se vaya a jugar con su hermano o a molestar a la madre. Ahora otro hombre (un vecino, el tío, el cuñado) entra en escena y observa con la cabeza también inclinada sobre el motor. Hay muchas persianas bajas y puertas cerradas. Veo el pueblo entero, sus contornos imprecisos, los campos aledaños, algunos caseríos que brillan iluminados por rayos perdidos. La cima de los cerros están peladas, en general son redondeadas; hay también algunos picos aquí y allá; algunos movimientos de tierra después de la lluvia han dejado algunas laderas desnudas que aparecen como manchones blancos. Me bajo de la parecita; me desperezo, bajo a buscar una cerveza.

Dj malhumor.

viernes, septiembre 10

Tutto Fellini! en la Lugones

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Si querés saber de dónde viene y que significa el adjetivo "fellinesco", la muestra Tutto Fellini! te va a ayudar a entenderlo. Son 23 films en copias nuevas en 35mm que dan forma a una retrospectiva integral de la obra de Federico Fellini.
Desde hoy (ya, ahora) hasta el viernes 1º de octubre, la cita es en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Avenida Corrientes 1530). Las entradas salen $10 (estudiantes y jubilados $5).

La programación completa día por día es la siguiente:
Viernes 10: Luces de varieté (Luci del varietà; Italia, 1950)
Sábado 11:  El jeque blanco (Lo sceicco bianco, Italia, 1952)
Domingo 12: Los inútiles (I vitelloni; Italia/Francia, 1953)
Martes 14:  La strada (Italia, 1954)
Miércoles 15: El cuentero (Il bidone; Italia/Francia, 1955)
Jueves 16:  Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria; Italia/Francia, 1957)
Viernes 17: La dolce vita (Italia/Francia, 1960)
Sábado 18: Fellini Ocho y medio (8 1/2; Italia/Francia, 1963)
Domingo 19: Julieta de los espíritus (Giulietta degli spiriti; Italia/Francia, 1965)
Lunes 20: Fellini Satiricón (Fellini - Satyricon; Italia/Francia, 1969)
Martes 21: Los payasos (I clowns; Italia/Francia/Alemania Federal, 1970)
Miércoles 22: Roma (Italia/Francia, 1972)
Jueves 23: Amarcord (Italia/Francia, 1973)
Viernes 24: El Casanova de Fellini (Il Casanova di Federico Fellini; Italia/EE.UU., 1976)
Sábado 25: Ensayo de orquesta (Prova d'orchestra; Italia/Alemania Federal, 1978)
Domingo 26: Agencia matrimonial. Episodio del film Amor en la ciudad (Amore in città)  (Agenzia matrimoniale; Italia, 1953) + Las tentaciones del Doctor Antonio. Episodio del film Bocaccio 70 (Le tentazioni del dottor Antonio; Italia/Francia, 1962) + Toby Dammit. Episodio del film Historias extraordinarias (Tre passi nel delirio) (Italia/Francia, 1968)
Lunes 27: La ciudad de las mujeres (La città delle donne; Italia/Francia, 1980)
Martes 28: Y la nave va (E la nave va; Italia/Francia, 1983)
Miércoles 29: Ginger y Fred (Ginger e Fred; Italia/Francia/Alemania Federal, 1986)
Jueves 30: Entrevista (Intervista; Italia, 1987)
Viernes 1º: La voz de la Luna (La voce della luna; Italia/Francia, 1990)

+ info

Para muestra, dos botones:




El flyer de la semana: Uli Kaucic

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Día y hora poco convencionales, pero además ¿no es que los lunes los peluqueros no trabajan? ¿qué pensará Coiffeur de todo esto?

jueves, septiembre 9

Pepsi Music y su concurso para bandas nuevas

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Atención bandas nuevas: una vez más Sónica y Pepsi Music organizan un concurso buscando 4 grupos para completar la grilla del festival. Lo que hay que hacer es entrar en el portal Sónica, anotarse y subir 3 temas. Hay cuatro géneros: Rock, Pop, Metal y Reggae. Durante todo el mes de septiembre se votará entrando al site y las 50 más votadas serán consideradas por el jurado que finalmente elegirá a 3 que llegarán al último paso que será tocar
en vivo en La Trastienda. De esa performance dependerá quién llegará finalmente al escenario del festival. + info: www.pepsimusic.com.ar

lunes, septiembre 6

Un día en familia (Aruitemo aruitemo, de Hirokazu Koreeda)

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Todos soñamos con tener un anciano padre japonés, que tenga una casita en las afueras, cerca de la playa y poder visitarlo cada tanto con una linda novia viuda y madre de un simpático otaku. Bueno, al menos yo sueño eso. Pero Koreeda en Un día en familia nos alerta, nos dice “Epa, guarda que igual no es fácil eh, mantener una familia y todo eso”. Pero el buen Kirokazu es mucho más claro en su cine que en esta cita apócrifa. Hablemos entonces sobre Un día en familia (así es el telefésco título que tiene en la cartelera porteña, originalmente se llama “Aruitemo aruitemo”, no sé si les dice algo).

El asunto en torno al cual gira la película es una reunión familiar para conmemorar la muerte de Junpei, el hijo pródigo, aquel que estaba destinado a seguir los pasos de su padre pero que falleció imprevistamente. Entre anécdotas refritadas y charlitas de ocasión, presenciamos las alegrías, cariños, pero especialmente los roces, los conflictos irresueltos entre los dos grandes protagonistas de la película: Kyohei, padre y líder de la casa, ex médico, autoritario, soberbio y rencoroso; y, Ryota, el hijo segundón, el que se apartó del camino establecido, renegó de estudiar medicina y se dedicó a restaurar cuadros y formar una típica familia posmoderna junto a una bella viuda y su niño. Entre ellos hay una tensión dominguera y japonesa, pero tensión al fin.

Las diferencias que los separan son muchas e irreconciliables. Para el padre no ser médico es ser un tarado, un gil, un flor de pelotudo, y si uno se dedica a restaurar cuadritos ya merece prácticamente la lapidación pública. Entre Ryota y su padre existe una diferencia generacional muy grande, una brecha entre lo tradicional y lo nuevo, que implica distintas prioridades, velocidades, personalidades. Ryota hace rato que se dio cuenta de que o se somete a los deseos de su padre y vive la vida que él le diseñó, o hace la suya pero a costa de romper lazos. Para colmo de males, Ryota ni siquiera encuentra su lugar en esa otra familia que está construyendo. Atsushi, el hijo de su novia y adorable como todos los niños que filma Koreeda (esto suena mal, ¿no?) lo quiere pero como amigo, no tanto como padre. Como Vélez, Ryota es visitante en todos lados. Y eso lo deja sin aliento (como a Vélez).

Koreeda nos mete de contrabando, entre los vinilos viejos, los juegos, la música tenue y las fotos retro, esa sensación de mierda que produce algo que muchos experimentamos durante nuestra vida y que tiene que ver con no poder conciliar nuestra identidad como individuos modernos, cooles, cancheros, que leen Encerrados afuera y se cagan en todo con nuestra identidad como hijos, padres, hermanos o lo que sea. Es cierto, la película no arriesga demasiado, no lo pretende. Ni siquiera intenta ser exageradamente sutil (¿para qué?) pero es efectiva en construir un micromundo (la película se desarrolla en un día y en casi un solo lugar) de dos caras que resulta, en todo sentido, familiar y que nos transfiere una chota y molesta sensación de resignación. ¿Y para qué sirve el cine si no es para hacernos sentir mal? Un abrazo.

Juan Upma