Descubrí que hay un tren que llega hasta a Tucumán por 45 pesos. Increíble pero real. Tarda unas 24 horas. Empecé a viajar entonces. Podía tomarme ese tren y desde Tucumán hacer una ruta que va hasta Andalgalá en Catamarca atravesando unas montañas y desde ahí a Londres (Londres, Catamarca); de ahí a Antofagasta de la Sierra vía Tinogasta. Miro el pronóstico del tiempo; máxima 6 grados, mínima -10. Iron Man al que encontré la semana pasada me dijo que era la mejor época para ir. Tendría que dudar del juicio de alguien que cruzó Canadá en invierno. El camino sigue al salar del hombre muerto; ahí se perdió el otro demente. Me inquieta querer estar ahí. Solo. Me inquieta más el deseo que la situación. El querer estar ahí como otro quiere comprarse un auto. No, el salar del hombre muerto puede esperar. Bajaré rumbo a Talampaya y de ahí regresaré a las mucho más amables sierras cordobesas. Me puedo quedar en la casa de Carmen a terminar unos trabajitos pendientes; leer junto al fuego y pasar algo de frío por qué no. Dudo. ¿Qué me pasa? Ese desierto me da miedo. Cuando me decido es tarde. No hay pasaje hasta fin de junio. Ya estaba decidido de antes de todos modos. Le escribo a Néstor; le pregunto por García. Me voy a Uruguay. También hay soledad por ahí. Y gauchos amables. Esta vez voy a cruzar la frontera a Río Grande; después voy a bordear el río Uruguay y volveré a la tierra del yaguareté. Tal vez haga tiempo de cruzar a Paraguay y me encuentre con algunos contrabandistas. O lo visite a Ulises en Posadas. Mientras tanto volvió Andreas; estaba contento de haber visto a su padre antes de morir. Me dijo que no fue lo único que pasó. Pedro volvió de Kenia para proponerle matrimonio a su ex. Funcionó por mail pero no en persona y lo dejaron con el anillo de clavo. Neurosis desplegada a nivel planetario; con la inclusión de aviones y tecnología digital. Mi cuñado anda desolado porque el padre de su amigo se pegó un tiro. La mala hierba se las arreglas para seguir jodiendo hasta el último segundo. Fue el mes de los padres muertos. El efecto mariposa. Soñé con Gabriela. No se había casado, no había tenido hijos y había vivido unos años locos en Canarias. Exactamente lo contrario de su vida real. Se la veía feliz. Se la ve feliz en la realidad aunque da la sensación a veces que anda tirando. Me desperté triste y todavía no sé porque. Después descubrí lo del tren y todo lo demás. El título es el single de Death cab for cutie. Traté pero no entiendo la letra. La iré descubriendo supongo.
Dj malhumor.