Entré a Francia en cueros y sin frenos. Lo primero que hice fue comprarme tres paltas en el mercado de Menton, curosear un poco y enfilar hacia Mónaco a ver si tenía suerte en el casino. En el reparto de festivales europeos de este año a Faisan le tocó Primavera Sounds, a mi San Remo; head line: Peppino di Capri; Nicola di Bari; I Nomadi. Cine; a Conde Cannes, a Perez, Edimburgo, a mi Festival de Cine de Bobbio. Cuando llegué a Piacenza vi el cartel; jamás había escuchado de ese festival, director Marco Bellochio; ah, me dije; festival de cine político en homenaje al filósofo italiano Noberto Bobbio. No, la capacidad de un cerebro de inventarse historias; algunos lo llaman periodismo; resultó que Bobbio es una ciudad muy bonita en las montañas, de arquitectura románica con vistas a un valle y un río. Allí llegué porque me crucé con una pareja de suizos (¿amantes?¿padre e hija?) que venían de Turquía y porque la señora de turismo me dijo que era la mejor opción teniendo en cuenta hacia donde quería ir. Pura casualidad. Crónica del Festival de Bobbio: si van a Bobbio por las montañas en lugar de por el valle para evitar el tráfico tengan en cuenta que el camino subeee muchooo; no hay ninguna película argentina. Pasé de largo y seguí hasta Coli, el pueblo en las montañas de enfrente, donde me dijeron que en Bobbio en invierno no hay un alma. Intuyo algo de envidia en el comentario.
Antes de llegar a Francia (me salteo algunos pueblos) recorrí la costa de Liguria en mi descapotable escuchando a Lloyd Cole y The National. Soy un rey me dije y bajé al mar a comerme un salamín.
Dj malhumor
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