Suede en Buenos Aires
"Because we're young", Brett Anderson pone
cara de malo y salta desafiante, camisa negra entreabierta y mechón de pelo que
se mueve de un lado a otro, "so young", no dan ganas de contradecirlo,
no hace falta. Esta es una noche que sucede en el pasado y ahí somos todos jóvenes.
No importa que ahora seamos considerados como un público ABC1 que puede pagar
$390 para ver a una banda. "Total al que quiera verlos de verdad no le
importa quedarse con el bolsillo vacío" es la lógica imperante en esta
época. En mi lógica no existe pagar un precio tan elevado por una entrada para
un recital, menos por una hora y media de nostalgia. Menos si Bernard Butler,
mi Suede favorito, hace rato que no forma parte del negocio.
El día del show muevo cielo y tierra para conseguir una entrada. Todos los
contactos de estos años de colaboraciones freelance me dicen que está muy difícil
todo. Pero cuatro horas antes, en plena lucha contra el sueño en la oficina,
aparece el ticket salvador y todo el entusiasmo reprimido brota incontenible, aunque
ya es tarde para repasar canciones, ponerme una remera canchera, llevarme un
estribillo en la cabeza. Salgo del trabajo, hago las siete cuadras hasta el boliche y llego
una hora antes de lo anunciado, con estas mechas y vestido mas como para ir a
un curso de capacitación que para un show de rock retro y glamoroso. Por
suerte, entre el público veo más en la misma situación, supongo que la gente
glamorosa de verdad estará tomando pesi en el VIP.
Suede hizo el setlist que esperaba, con las canciones que mas escuché en esos
dos o tres años en plena década del noventa en los que las letras pegaban
cerca y la música envolvía varias noches. Brett Anderson de cerca parece una proyección,
es un holograma del tipo que vimos en los videos, no es de carne y hueso. Entra
caminando como si fuera Bowie, baila como un Iggy Pop más elegante, revolea el
micrófono y luego abre los brazos para las fotos, se acerca a la gente y se
deja tocar un poco, pero su cara es de un fantasma de película de terror japonesa,
es la cara de Bowie en los ochentas, este tipo fue congelado y lo sacaron del
freezer para el show. Y la voz parece la
de los discos, cuando el griterío alrededor y las cajas de sonido lo permiten,
escuchamos la voz que esperábamos.
Cuando dejamos de ver a Anderson, notamos que hay un gordito en el arco, tratando
de atajar todo desde la guitarra ¿este
es el que vino después de Butler, no? ¿Cómo se llamaba?.
Hay pogo y/o baile con “Trash”, “Filmstar”, “We Are The Pigs”, “Animal Nitrate”,
“So Young”, “Metal Mickey”. Hay calma con “Everything Will
Flow” y “The Wild Ones”. Hay
mas pogo y canto a los gritos en el cierre con “The Beautiful Ones”, que deja
un coro que duraría hasta el final final del show y que debe durar todavía en la
resaca de alguno. Hay emoción entre la marea de cámaras y chabones que cantan los estribillos épicos de los bises:
“My Dark Star” y “Saturday Night” y sus frases matadoras.
Oh whatever makes you happy/ on a Monday night...
Jota Pérez
1 comentario:
Richard Oakes! una máquina rendidora, buen discípulo de Bernard
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