Este compilado de textos surge a partir del entusiasmo que despertaron una serie de tuits (¡tuits!) que publiqué hace unos días en esa red social. Dichos textos eran, básicamente, extractos de cartas de François Truffaut, sobre todo de su relación con Jean-Luc Godard. Esas frases estaban sacadas del libro François Truffaut – Correspondence 1945-1984. Libro que había encontrado ese mismo día a un precio irrisorio en una librería de segunda mano. La historia de Godard y Truffaut, y la de todo el grupo original de la revista Cahiers du cinema es el típico material de suplemento cultural o revista dominical. Inclusive Juan Forn le dedicó una de sus contratapas. La idea, entonces, es dejar hablar a los protagonistas y tratar de molestar lo menos posible.
Aquí vamos.
En mayo del 73 se estrena La noche americana (La nuit américaine). Jean-Luc Godard, después
de verla, le escribe una carta a François Truffaut, con quien había roto
relaciones desde mayo del 68. Entre otras cosas, le dice:
Ayer vi La noche americana. Probablemente nadie
te va a decir que sos un mentiroso. Así que lo haré yo.
Truffaut le responde:
Me importa un carajo
lo que opines de La noche americana.
Y agrega:
Ha llegado el momento
de decirte que, en mi opinión, te estuviste portando como una mierda.
La novela entre François Truffaut y Jean-Luc Godard, como
todas las historias de odio, comenzó siendo una historia de amor.
Dudley Andrew en su biografía sobre André Bazin, cuenta así
el supuesto (y glamoroso) primer
encuentro:
Aunque era una
alternativa a los certámenes fílmicos, el Festival du Film Maudit (corría el
año 1949) aún adolecía de todas las trampas de Cannes. Celebrado en el suntuoso
hotel de este lugar de vacaciones de la costa atlántica, estaba presidido por
Jean Cocteau, y se enorgullecía de un comité de honor integrado por el prefecto
del departamento, el alcalde de Biarritz, un marqués d’ Arcangues, Orson Welles
y Cocteau. Un portero controlaba a todos los invitados y detenía o impedía la
entrada de quienes no eran esperados o
no vestían adecuadamente. Entre las personas que a todas luces no eran
esperadas se contaban Jacques Rivette, Godard y Truffaut. Ninguno había
cumplido los veinte, eran “bohemios” y vociferantes, y le armaron una escena al portero hasta la oportuna
llegada de Cocteau, vestido de frac. Condujo a sus jóvenes amigos adentro con
un movimiento de su mano y, como presidente del festival, consiguió reunir a la
aristocracia y a los jóvenes turcos, o
al menos mantenerlos a prudente distancia.
Orson Welles, Jean Cocteau, aristócratas vestidos de frac. Nada mal
para un primer encuentro. Sin embargo, Colin MacCabe en su biografía sobre
Godard, hace la siguiente aclaración:
No hay seguridad de si
ésta fue la primera vez que se reunieron Truffaut, Godard y el resto del “gang
Schérer” (grupo de críticos de los primeros años 50 entre los que se contaban
Godard, Rivette y, justamente, Maurice Henri Joseph Schérer, alias: Eric Rohmer ). Parece probable que sus caminos se hubieran cruzado en las noches de los
martes en el Studio Páranse o la
Cinémathèque. Pero sí es cierto que fue
allí donde entablaron una firme amistad Truffaut, Rivette y Charles Bitsch,
quien sería ayudante de Truffaut en la mayoría de las películas de los años
sesenta.
Al principio de la historia, el papel del “chico
malo” le pertenecía a Truffaut. Un niño problemático que encuentra en el cine
un lugar y una familia a la cual pertenecer. Basta ver Los 400 golpes (Les quatre cents coups) para
conocer la biografía de aquellos primeros años del joven y precoz delincuente Truffaut.
Entre los que vieron algo especial en ese muchachito
aparecen algunos nombres importantes, entre ellos, su padre afectivo y profesional, el crítico André Bazin y el escritor Jean Genet.
Todo este cruce de nombres, momentos y situaciones, dieron
como nacimiento una revista de cine llamada Cahiers du cinema. Pero esa es otra
historia.
Volvamos a los jóvenes François y Jean-Luc y sus respectivas
infancias.
A diferencia de Truffaut y su disfuncional familia de trabajadores, los
orígenes de Godard no podrían ser mejores. Dice el lugar común que los
opuestos se atraen. Y esto dice Godard
sobre sus respectivas infancias:
Cuando mis padres se
separaron, entonces nosotros nos separamos. Pero aproveché la familia hasta el
límite. Truffaut tuvo una infancia muy dura, desgraciada como muchos jóvenes.
Yo, al contrario, lo tuve todo. Y la riqueza ya no puede afectarme. Cuando era
pequeño, tenía cinco casas, doce barcos. Tenía acceso a las casas, al sol, al
mar, a la nieve. Eso es algo que le faltó a Truffaut. Nosotros no teníamos que
esforzarnos. Estábamos rodeados de libros. Había un cierto rigor protestante y
eso era importante. Si existe una imagen de la democracia feliz, y además rica,
creo que la he conocido.
Durante mi infancia
fui tan querido que después ya no he tenido necesidad de ese amor, ya estaba
colmado. En el caso de François era más bien al contrario; al principio hubo
una falta de amor, una falta de reconocimiento…Yo era valorado, aunque fuera
como cabeza loca o como granuja, pero también por tener tal don, tal aptitud,
tal cabello o tal belleza, en fin, tenía la sensación de ser amado; y eso ha
hecho que, después, no haya sentido la necesidad de querer ser amado por
Hitchcock o Spielberg.
Con el tiempo, FT le reclamará a JLG de manera burlona,
pertenecer “al grupito de Coppola”. En un momento en el que Godard coqueteó
con la posibilidad que American Zoetrope, flamante compañía de Coppola, le
produjera uno de sus proyectos.
Una vez establecidos como críticos, es François Truffaut
quien con su famoso texto “Una cierta tendencia del cine francés” (escrito en
1954) establece las bases para cambiar la historia del cine galo (y más tarde a
la del resto del mundo). Y lo hace condenando a la lista negra a nombres que
hasta ese entonces, gozaban del prestigio y reconocimiento. Un articulo hiriente
sobre el llamado “cinéma de qualité” que preparará lentamente, el terreno para lo que estaba por venir. El texto es, también, -a pesar de se ser algo casi
siempre dejado de lado- un duro reclamo al estado de la crítica del momento.
Sobre ese escrito, Jacques Doniol-Valcroze (crítico,
realizador y uno de los fundadores de Cahiers du cinema) escribiría más tarde:
Ni Bazin ni yo, y
ambos pasamos mucho tiempo pensando antes de publicar el artículo, teníamos la
más leve idea de que el impacto llegara a ser tan grande.
Aunque, hay que decirlo, el llamado “cinéma de qualité”
seguiría existiendo adoptando diferentes
formas. Formas que, en sus peores momentos, hasta el propio Truffaut terminaría
adoptando.
Volvamos a ese texto, una (no tan) pequeña guerra del cerdo.
La primera batalla de una ofensiva que se terminaría por ganar con la
presentación de Los 400 golpes en el festival de Cannes.
El 22 de abril de 1959, JLG, al enterarse de la inclusión de
Los 400 golpes en la competencia oficial del festival de Cannes, escribe un
artículo en la revista Arts y lo titula: “Ganamos”.
Era cierto, habían ganado. El cine y sus cánones, ya no
serían los mismos. Así como sus formas de mirar y criticar. Inclusive
hasta el día de hoy, más de 50 años después, el cine sigue siendo visto a
través de la lectura que en ese entonces hicieron los jóvenes críticos de la
revista Cahiers du cinema.
Una digresión triste. El primer día de rodaje de Los 400
golpes, muere André Bazin. ¿Qué habría opinado de la película de su hijo
adoptivo? ¿O del resto de las películas del grupo de Cahiers? Nunca lo
sabremos.
En el prólogo a la biografía sobre Bazin de Dudley Andrew,
Truffaut escribió lo siguiente:
En la época en la que
escribía Bazin, la producción media carecía de ambición artística, hasta el
punto de que a menudo el papel del crítico consistía en señalar a algún
realizador vulgar el talento que él mismo no se había descubierto. Hoy sucede
exactamente lo contrario. Lo más frecuente es que si bien las ambiciones de los
directores son muy elevadas, su trabajo no está a la altura de aquéllas. Si
Bazin viviera, nos ayudaría a comprendernos a nosotros mismos lo bastante como
para armonizar mejor nuestros proyectos, nuestras aptitudes, nuestras metas y
nuestro estilo.
Sí, echamos de menos a
Bazin.
Poco tiempo después, JLG debuta en el cine con Sin aliento
(À bout de souffle). Película que basa su guión en una historia de
Truffaut (y también aprovechando su nombre tras el éxito de Los 400 golpes).
Una vez más, la historia de Sin aliento es otra historia.
Llega el año 1968. El cine de Godard, se radicaliza cada vez
más hasta llegar a formar, unos años más tarde, el grupo Dziga Vertov junto a
Jean-Pierre Gorin. De ese año son Un
film comme les autres y los Cinematracts. Truffaut estrena La novia vestía de negro (La mariée était in noir) y Besos
robados (Baisers volés) tercera entrega de la saga Doinel. Basta repasar estos títulos para ver
hacia donde evolucionó el cine (y la
idea del cine) de cada uno.
Las vueltas de la vida. André Malraux, quien fuera uno de
los responsables de la inclusión de Los 400 golpes en el festival de Cannes en
1959, despide a Henri Langlois de su puesto de director de la Cinémathèque. Lugar
en donde recibió su educación todo el grupo cahierista. Ante esto, el mundo de
la cultura reacciona. El original staff de la revista se vuelve a
unir en este reclamo.
Todo esto ocurre durante los primeros días del mes de
febrero. El cine, extrañamente, se anticipa por un par de meses a la historia.
Llega el mayo del 68.
Los obreros entran en huelga y los estudiantes toman las
universidades. Todo el mundo está en las calles. Truffaut y Godard se vuelven a
unir para pedir que se suspenda el festival de Cannes.
Aunque suene a chiste, parece que el mayo del 68 terminó en
junio del mismo año.
A pesar de que algunos jóvenes franceses, y otros no tan
jóvenes como Godard, pensaban que la batalla continuaba.
Cuenta Colin MacCabe en la biografía de JLG:
Anne Wiazemsky (actriz
de Au hazard Baltazhar y mujer de Godard en ese entonces) recuerda una
discusión muy violenta aquel verano, durante la cual Godard trató de convencer
a Truffaut para que prestara su apoyo a la campaña para clausurar el festival
de cine de Aviñon. Truffaut se negó, no sólo invocando su amistad con Jean
Vilar, el director del festival, sino también dejando en claro que si tuviera
que escoger entre apoyar un motín proletario de la policía y otro de niños
ricos ebrios de revolución, se pondría al lado de la policía.
Los amigos, por primera vez, se pelean y separan por un
tiempo.
Pasarían cinco años hasta que se volviesen a poner en
contacto. Pero no para continuar la relación, sino, todo lo contrario.
Llega el año 1973 y el estreno de La noche americana.
Godard escribe una carta a Truffaut y lo acusa de mentiroso.
Una de sus razones, es la siguiente:
Mentiroso, porque el
plano tuyo y de Jacqueline Bisset la otra tarde en el restaurante Chez Francis no está en tu película, y no puedo dejar de preguntarme por qué el
director es el único que no tiene sexo en La noche americana.
En un giro extraño, irónico y desafiante, JLG termina la carta pidiéndole
dinero a FT para su próxima película. Y a cambio le ofrece los derechos de La
chinoise, Le gai savoir y Masculino-Femenino.
La carta es del 73 y, en la edición en inglés, Godard se
refiere a dicha película, finalmente
nunca realizada, con el título Un simple film. No confundir con Un film comme
les autres de 1968.
La respuesta de Truffaut, como suele decirse, no tarda en
llegar.
FT se descarga de todos los rencores guardados hasta
entonces.
Le recrimina su comportamiento hacia Jean-Pierre Léaud,
hacia Janine Bazin (mujer de André Bazin), lo acusa de mentiroso por Tout va bien y de haber
cambiado.
Me importa un carajo
lo que opines de La noche americana. Lo que encuentro deplorable de tu parte es
que, inclusive ahora, sigas yendo a ver estas películas, cuyos temas, ya sabes
de antemano, no corresponden con tu concepto del cine y la vida.
Cambiaste tu forma de
vida y tu forma de pensar, y sin embargo seguís perdiendo las horas y
arruinando tú vista en el cine. ¿Por qué? ¿Lo haces esperando encontrar algo
que siga alimentando tu desprecio hacia el resto de nosotros, algo que confirme
tus nuevos prejuicios?
Y aclara sus reclamos contenidos, poniéndose -como
corresponde- un tanto personal.
Ahora, ¿por qué te
digo todo esto en este momento y no hace tres, cinco o diez años? Hace seis
años, como todo el mundo, te vi sufrir por Anna (Karina) y todo lo odioso de tu
comportamiento te lo perdonábamos por ese sufrimiento.
Nunca dije una palabra
negativa sobre vos, en parte porque eras atacado estúpidamente, casi siempre
por razones equivocadas y en parte porque siempre odié las discusiones entre
escritores o pintores, dudosos ajustes de cuentas presentados como cartas
abiertas a la prensa y, finalmente, porque siempre fuiste celoso y envidioso,
incluso cuando las cosas te iban bien –sos muy competitivo y yo, para nada- y
también había de mi parte cierta admiración.
Te consideras a vos
mismo como el dueño de la verdad sobre la vida, la política, el compromiso, el
cine y el amor, todo es un libro abierto para vos y cualquiera que piense
diferente es un idiota, incluso si la opinión que tenías en junio ya no es la
misma que tenías en abril.
Y se guarda para el final, lo mejor.
Aquí estás, en 1973,
tan amante como siempre de los grandes gestos y los anuncios espectaculares,
tan arrogante y dogmático como siempre, seguro en tu pedestal, indiferente a
los demás, incapaz de renunciar a unas pocas horas de tu tiempo, con sencillez
y generosidad, para ayudar a alguien. Entre tu interés por las masas y tu
propio narcisismo no hay sitio para algo o alguien más… Necesitas representar
un papel y el papel tiene que ser prestigioso. Siempre he tenido la impresión
de que los auténticos militantes son como las mujeres de la limpieza, que hacen
a diario un trabajo ingrato pero necesario. Tú, sin embargo, eres la Ursula Andress de
la militancia, haces una breve aparición, el tiempo suficiente para que las
cámaras te retraten y luego desapareces otra vez, arrastrando nubes de misterio
egoísta.
A pesar de la aspereza de las misivas, Colin MacCabe, en la
biografía de Godard, agrega un nuevo, y ya final, cruce epistolar.
El estreno de Sauve qui peut (la vie) en París, coincide con
el estreno de películas de Truffaut, Claude Chabrol y Jacques Rivette. A raíz de esto, Godard
propone a Truffaut lo siguiente:
Realmente, ¿no se
podría organizar una “conversación”? Cualesquiera que sean nuestras diferencias,
me interesaría oírnos decir en que se ha convertido nuestro cine. Ciertamente,
podríamos encontrar un “moderador” que ambos aceptáramos. Podríamos hacer de
eso un libro, para (la editorial) Gallimard o para donde sea. Me sentiría feliz
de invitarte uno o dos días a Ginebra. Me gustaría, si fuera posible, enseñarte
un poco mi “locación”. Quizá un encuentro como ése, cara a cara, resultaría
demasiado violento: siendo cuatro se podría disminuir la diferencia potencial y
circularía un poco de corriente. Con la amistad de siempre.
A este Godard conciliador, le responde un irónico Truffaut.
Tu invitación a Suiza
es extraordinariamente halagadora, cuando uno sabe lo precioso que es tu
tiempo… Tu carta es sorprendente, y tu pastiche de estilo “político” convence.
El “finale” de tu carta permanecerá como uno de mis más felices hallazgos: “Con
la amistad de siempre”. De este modo demuestras que no puedes seguir soportando
la animosidad hacia nosotros, a quienes llamaste malhechores y estafadores a
los que había que evitar como la peste […].
Espero tu respuesta
sin excesiva impaciencia porque si te conviertes en uno de los del grupito de
Coppola, andarás escaso de tiempo y yo no quiero echar a perder la preparación
de tu próxima película autobiográfica, cuyo título creo saber: “Una mierda es
una mierda”.
Y eso sería, casi, todo.
En 1984 una amiga en común le cuenta a Godard que Truffaut
sufre de un tumor cerebral inoperable. Dicen que JLG dijo:
Eso pasa por leer
tantos libros malos.
Truffaut muere ese mismo año. El 21 de octubre a los 52
años.
Anne-Marie Miéville (esposa y colaboradora de JLG), al
enterarse de la muerte de FT, le dice a Godard:
Nadie te va a proteger
ahora.
Años más tarde, JLG trataría de explicar una de las posibles
razones del enfrentamiento:
Como sabes, lo más
difícil es decirle a un amigo que lo que ha hecho no es muy bueno. François
Truffaut no me perdonó que pensara que sus películas eran malas. Y él sufría,
además, porque no podía considerar mis películas tan malas como yo las suyas.
No es que fueran malas… No más malas que cualquier otra cosa. No más que las de
Chabrol… Pero no era el cine que habíamos soñado.
Godard, también, dijo alguna vez:
Truffaut era el mejor
crítico. Si se hiciera una historia de la critica literaria francesa, y digo literaria, estarían Diderot, Baudelaire, Malraux, Élie
Faure y después Truffaut y Daney.
En 1988 se edita el libro François Truffaut – Correspondence
1945-1984, editado por Gilles Jacob (de nuevo el festival de Cannes atravesando
la historia) y Claude de Givray.
JLG escribe el prólogo.
¿Por qué nos peleamos
con François? No tenía nada que ver con Fassbinder o Genet. Fue otra cosa. Algo
que, afortunadamente, no tiene nombre. Algo estúpido. Infantil […]. Lo que nos
mantuvo unidos tan íntimamente como un beso, lo que nos unía más íntimamente
que el beso falso en Notorious, era la pantalla y nada más que la pantalla.
A JLG se le reconocen muchas cosas, pocas veces lo emotivo
de sus textos. El prólogo, casi, termina diciendo, y es difícil leerlo sin un nudo
en la garganta:
El cine nos enseñó a
vivir, pero la vida, como Glenn Ford en Los sobornados ( The big heat), se iba
a tomar revancha.
Una pequeña digresión antes de la despedida.
En el
documental Morceaux de conversations avec Jean-Luc Godard, vemos a JLG junto a
Jean-Marie Straub y Danièle Huillet dando una clase o algo así. Al ver esa
secuencia, uno tiene la sensación que, a pesar de que el lugar está lleno de
gente, se hablan solamente entre ellos. Que los únicos, y últimos, capaces de
sostener ese diálogo (esa idea del cine) son ellos. El resto (todos nosotros),
somos simples espectadores. Danièle Huillet murió en el 2006. Jean-Marie
Straub y Godard siguen vivos. Me pregunto que pasará cuando uno de ellos muera.
En verdad me pregunto qué pasará cuando se muera JLG.
La respuesta, como siempre, la tiene el mismo Godard.
François, quizás, esté
muerto. Yo, quizás, todavía esté vivo. Pero ¿cuál es la diferencia?
Fin.
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Los libros saqueados, fueron los siguientes:
- François Truffaut –
Correspondence 1945-1984 - Edición
de Gilles Jacob y Claude de Givray.
- Godard, a portrait
of the artist at 70 – Colin MacCabe.
- Jean-Luc Godard.
Pensar entre imágenes. Conversaciones, entrevistas, presentaciones y otros fragmentos - Edición de Núria Aidelman y Gonzalo de Lucas.
- André Bazin - Dudley
Andrew.
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