miércoles, mayo 15

Vida de Cannes II - El hotel de un millón de dólares

Después de un muy largo viaje de más de 20 horas arribamos a Niza. Llegar de noche a la ciudad, alrededor de las 24h, implica muchas cosas. Primero el hecho de satisfacer el hambre, ya que los amigos de Iberia ahora te cobran si querés comer algo en el tramo de Madrid a Niza. Segundo el llegar al hotel y realizar todo el tramite correspondiente. Sobre todo si el hotel es atendido por sus dueños que a esa hora duermen. Nuestro hotel, al cual a partir de ahora llamaremos nuestro hogar y/o nuestra casa, es una de las cosas más lindas que me pasaron en mis visitas a Cannes. No por que el hotel sea lujoso (todo lo contrario), sino por que se trata de un lugar muy particular. La habitación parece sacada de esos edificios de departamentos marplatenses construidos en los años 70, esos que parece fueron pensados y diseñados para turistas de una zona con playa. Ascensor de 80 por 70 centímetros, en el cual a duras penas entran dos personas, pero -nos indica un cartel- lo pueden utilizar hasta 3; aunque no da una explicación, ni indicaciones de cómo podría ser esto matemáticamente posible. Sigamos con la descripción: pisos de cerámica (simil marmolado), paredes blancas con revoque rustico y muebles de madera terciada. Lo único que nos indica que no estamos en la balnearia ciudad argentina es que el inodoro queda en un cuartito de un metro por un metro, separado del resto del baño. Completan la decoración, un televisor 21 pulgadas colgado a la pared y una video-casetera dada vuelta (misterio), que contiene en su interior un casete vhs trabado (más misterio). Prometo antes de que llegue le momento de abandonar el hotel, tomarme cinco minutos, desarmar la video casetera (como ustedes saben, me gané la vida haciendo esto antes de que el cine me rescatase) y ver que película contiene en su interior el atascado VHS. Seguramente será algo mejor que algunos de los títulos que nos preparó el señor Fremaux para su competencia oficial. No te enojes Thierry, es un chiste. También hay por ahí un pasa-casetes, eso sí, doble casetera. Por suerte me traje varios mixtapes que me preparó el amigo Conde.
Queda mucho tiempo por delante, así que volveremos al bendito hotel, del cual no daremos su nombre, ya que de hacerlo se corre el riesgo de ponerlo de moda y que se transforme en un Chelsea Hotel cannino. Un último detalle. El lugar en el que se desayuna, es un entrepiso en donde nos recibe una jirafa de madera rodeada de plantas (sí, leyeron bien). Tiene alrededor de 10 mesas pero, hasta el día de hoy, nunca vimos muestras de que haya sido utilizado por algún otro huésped. De hecho y para serles sincero, tampoco vimos siquiera rastros de otros habitantes en el hotel. El detalle que no haya nadie sirviendo los manjares que están ahí, listos cada vez que llegamos, sólo le agregan más misterio y mística a este lugar del cual ya empezamos a preguntarnos si realmente se trata de un hotel o si estamos viviendo en la casa de alguna familia que en cualquier momento puede volver. Son los riesgos que implican esta profesión.
Después de una breve pero tensa espera, logramos tener nuestras acreditaciones. Cannes parece crecer cada año y la marea humana que circula por él, parece no tener forma de ser controlada. Uno se pregunta que extraños mecanismos funcionan detrás de todo esto, para que semejante festival funcione de la manera en la que lo hace. El dinero es un factor, claro, y por ahora quedémonos con eso. Vamos a las películas.
Frances Ha (2012), de Noah Baumbach, funciona de alguna manera como la versión femenina de Greenberg (2010). Menos psicótica y (a pesar de estar filmada en blanco y negro) mucho más luminosa. La película cuenta la historia de Frances, una joven que está cerca de los 30 años. Uno podría pensar en la serie Girls y Lena Dunham, con la que comparte ciertos temas y un actor; o, por qué no, con que alguna vez la divina Greta Gerwig haga su propia serie, del cual está película bien podría ser el piloto. La diferencia está en que Baumbauch es cinéfilo y sus constantes referencias siempre tienen que ver con el cine. Una escena en particular homenajea directamente a Mala sangre (1986) de Carax, corrida alocada y Modern love de David Bowie sonando de fondo. Continuando con Carax, Baumbauch sabe que el cine es la mejor herramiente para mostrar la sonrisa de la velocidad -algo que supo imprimir en su guión para Madagascar 3 (2012)- y por momentos, sobre todo en su parte del medio, la película vuela. Y lo hace gracias a la liviandad de Greta, que atraviesa la película bailando y corriendo, incluso cuando está sentada hablando y poniendo sus caritas. El encanto de los actores es el truco más viejo del cine y en eso basa todo su encanto Frances Ha. Es que su truco está tan a la vista, que se vuelve inocente. Algo que no está mal, sobre todo en el cine de hoy, cargado de una pesadez y seriedad cada vez más insoportable.
Greta (o Frances), corriendo de un lado a otro, buscando trabajo o novio, yendo a fiestas o quedándose en su casa tirada en el sillón para ver películas francesas, en el fondo, representa a todas las chicas del mundo. Y pocas cosas más hermosas en el cine (y en el mundo) que las mujeres. Se parezcan a Greta o no.
Me despido, en una hora arranca El gran Gatsby en la versión de Baz Luhrmann. Y la lluvia, incesante en Cannes (y me dicen también en Buenos Aires), no deja de recordarnos aquello de “botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado”.
Nos vemos en un rato.

Marcelo Alderete

Fotos: Cecilia Barrionuevo

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