Queda mucho tiempo por delante, así que volveremos al bendito hotel, del cual no daremos su nombre, ya que de hacerlo se corre el riesgo de ponerlo de moda y que se transforme en un Chelsea Hotel cannino. Un último detalle. El lugar en el que se desayuna, es un entrepiso en donde nos recibe una jirafa de madera rodeada de plantas (sí, leyeron bien). Tiene alrededor de 10 mesas pero, hasta el día de hoy, nunca vimos muestras de que haya sido utilizado por algún otro huésped. De hecho y para serles sincero, tampoco vimos siquiera rastros de otros habitantes en el hotel. El detalle que no haya nadie sirviendo los manjares que están ahí, listos cada vez que llegamos, sólo le agregan más misterio y mística a este lugar del cual ya empezamos a preguntarnos si realmente se trata de un hotel o si estamos viviendo en la casa de alguna familia que en cualquier momento puede volver. Son los riesgos que implican esta profesión.
Después de una breve pero tensa espera, logramos tener nuestras acreditaciones. Cannes parece crecer cada año y la marea humana que circula por él, parece no tener forma de ser controlada. Uno se pregunta que extraños mecanismos funcionan detrás de todo esto, para que semejante festival funcione de la manera en la que lo hace. El dinero es un factor, claro, y por ahora quedémonos con eso. Vamos a las películas.
Frances Ha (2012), de Noah Baumbach, funciona de alguna manera como la versión femenina de Greenberg (2010). Menos psicótica y (a pesar de estar filmada en blanco y negro) mucho más luminosa. La película cuenta la historia de Frances, una joven que está cerca de los 30 años. Uno podría pensar en la serie Girls y Lena Dunham, con la que comparte ciertos temas y un actor; o, por qué no, con que alguna vez la divina Greta Gerwig haga su propia serie, del cual está película bien podría ser el piloto. La diferencia está en que Baumbauch es cinéfilo y sus constantes referencias siempre tienen que ver con el cine. Una escena en particular homenajea directamente a Mala sangre (1986) de Carax, corrida alocada y Modern love de David Bowie sonando de fondo. Continuando con Carax, Baumbauch sabe que el cine es la mejor herramiente para mostrar la sonrisa de la velocidad -algo que supo imprimir en su guión para Madagascar 3 (2012)- y por momentos, sobre todo en su parte del medio, la película vuela. Y lo hace gracias a la liviandad de Greta, que atraviesa la película bailando y corriendo, incluso cuando está sentada hablando y poniendo sus caritas. El encanto de los actores es el truco más viejo del cine y en eso basa todo su encanto Frances Ha. Es que su truco está tan a la vista, que se vuelve inocente. Algo que no está mal, sobre todo en el cine de hoy, cargado de una pesadez y seriedad cada vez más insoportable.
Greta (o Frances), corriendo de un lado a otro, buscando trabajo o novio, yendo a fiestas o quedándose en su casa tirada en el sillón para ver películas francesas, en el fondo, representa a todas las chicas del mundo. Y pocas cosas más hermosas en el cine (y en el mundo) que las mujeres. Se parezcan a Greta o no.
Me despido, en una hora arranca El gran Gatsby en la versión de Baz Luhrmann. Y la lluvia, incesante en Cannes (y me dicen también en Buenos Aires), no deja de recordarnos aquello de “botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado”.
Nos vemos en un rato.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario