Perdón, perdón, puedo resistir cualquier cosa menos la tentación.
Les decía, vi dos pelis de este Péter que, según IMDB, nació en 1973 en Checoslovaquia. O sea, él nació en Checoslovaquia pero ahora es eslovaco nomás. Cosas de la historia, o de la Historia. Será por eso que sus pelis -al menos estas dos- están atravesadas por la historia; son ensayos, abordajes diversos que llevan siempre a las mismas preguntas: ¿Cómo eran las cosas antes? ¿Cuánto cambiaron? ¿Por qué?

Eslovaquia es un país situado en el centro exacto de Europa; muchos de los entrevistados hablan del deseo de conocer el mar, y de la piscina como intermediaria, como el modesto mar de los pobres.
Cooking History, de 2009, es todavía más interesante, porque no se circunscribe a un lugar, ni a un idioma. La premisa es simple: contar la historia de las guerras europeas del siglo veinte desde la cocina. Así, en el comienzo, panadero y cocinera ya bastante grandes hablan de cómo era el pan de la segunda guerra mundial, y de las diferencias entre el pan de los alemanes y el de los rusos. Más adelante se habla con un israelí que envenenó nazis desde una panadería, con cocineros franceses de la guerra de Argelia, con cocineros rusos de la invasión a Checoslovaquia en la década del 60, con cocineros de la ex Yugoeslavia que pronto, ante la disolución, se encargaron de marcar las diferencias entre la cocina serbia, croata y bosnia. Todos coinciden en que un soldado hambriento es un peligro, y un soldado bien alimentado pelea mejor. Como perlita, se entrevista largamente al nutricionista y cocinero personal del mariscal Tito, que se lamenta de que después de su muerte se haya vuelto a una "dieta de campesinos".
A medida que pasan las entrevistas, Kerekes va intercalando las recetas en la pantalla, con títulos como "Panqueques para diez mil soldados rusos invadiendo Polonia", o "Pickles de hongos de los bosques checos", o "Pan para envenenar a 300 oficiales nazis" (200 kg de harina, 100 l de agua, 8 l de arsénico...), o "schnitzels para diecinueve soldados ahogados".
Kerekes atraviesa buena parte de Europa en busca de estos testimonios. Es un placer ver distintos paisajes y escuchar distintos idiomas; también constatar que las recetas son distintas, pero la gente, en general, se parece bastante.
1 comentario:
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