Ahora (recién, hace un rato) volví a por más. Quería ver Gravity... con ella. Tenía que ver Gravity... con ella.
Y sí, volviendo a lo autoreferencial, a mí esta película me puede. Me baja las defensas, me ataca con feroz vehemencia.
Me encantan su extrema desprolijidad (deniveles de volumenes, montaje caprichoso, incorrección visual), su extraña cadencia (afectada por lo narrado, arrastrada por terreno pedregoso), su ominosa necesidad de diferenciarse con todo lo demás. No es el primero que busca esto y seguramente tampoco el que mejor lo logra, pero la idea de Green (ese todo que parte desde la concepción y termina en la exhibición) me puede.
Su alegre tristeza o su triste alegría.
Su tremenda capacidad de contagiar las ganas de hacer algo: esta es, sí, una de esas obras de las que muchas veces hemos hablado en Encerrados. Una película que te da ganas de salir a hacer, de salir a vivir, de salir a ser más vos de lo que eras un rato antes de sentarte en la butaca.
Gravity was Everywhere Back Then pasó casi sin pena ni gloria por el Bafici. Como muchas otras películas en años anteriores, verdaderas joyas de sano, personal y envidiable fulgor. Sólo los que las vivieron saben de qué películas estoy hablando.
Sí, Gravity... es una de esas...
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