En algún momento, para mí, Ladytron fue sinónimo de banda cool y medio superficial con algunos temas buenos. Supongo que en ese momento me hubiera parecido muy adecuado que encabezara el Festival Foster, es decir, el festival de una marca super cool de ropa. Pero todos crecemos, yo me di cuenta de mi error y Ladytron fue demostrando disco a disco que tenían algo más que las canciones juguetonas y perturbadoras (lo que no es poco) de 604.
Una de las razones por las que, además de flashear con su música, me cae bien Ladytron, es que en cada disco buscan algo nuevo. En su momento fue el minismalismo o el shoegaze de Witching Hour, en otro la densidad de un synth pop industrial como en Velocífero, pero cada disco tiene su propia identidad. Gravity, the Seducer, su nuevo disco, también es una búsqueda, pero más modesta e ineficaz. No es un mal disco, ojo. Pero más allá de hits marca registrada (Ace of Hz, Ninety Degrees, White Elephant) y de un par de novedades sonoras como White Gold (un velocifero ochentoso, casi vangelisiano), no hay grandes momentos ni rupturas. Al menos no como nos tienen acostumbrados.
Más allá de eso, el recital estuvo bueno. Aunque tuvo como contras un set list poco amigable (demasiados hits afuera, algunos plomos incluidos como el cover “My Little Black Angel” o “True Matematics”, una apertura anticlimática con Soft Power, tema que me encanta pero no para abrir un show) y un público más preocupado en registrar todo con su cámara que en la experiencia directa, el show cumplió. Y sobre el final, con la artillería pesada, el público reaccionó y tuvimos la fiesta prometida. Fue el momento de “Seventeen”, “Playgirl” y la invencible “Destroy Everything You Touch” ua himno electrónico de baile, muerte y destrucción. Pura pulsión.
Estuvo Ladytron en Chile, con un recital que pudo haber sido mejor, presentando otro disco, con otro setlist y con un público menos alienado y tecnofetichista, pero que aún así deja a este cronista fanático satisfecho. Si uno mira los primeros registros en vivo de la banda y los compara con el hoy, el cambio es notorio. La banda suena muy bien y Helen Marnie logró encontrar el punto exacto para que su canto frío y minimalista suene más siniestro que amateur. Esperemos que la próxima gira los traiga de este lado de la cordillera.
PD: Me hinché tanto con el camarismo que no saqué ni una foto. Así que a modo de protesta esta nota sólo tiene texto.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario