Bueno, esta peli tiene una banda de sonido más que interesante. ¿Qué menos que eso? Es una película de skaters. ¿Qué más querían? ¡Es una película de skaters!
Entonces, un grupo de chicos que se autodenominan teenagers aunque en realidad ya están o deberían estar saliendo de ahí, un pueblito perdido en medio de la nada, mucho hastío de vivir, mucho vamos a hacer skate y no nos importa nada, muchos rebeldes sin causa, y algún atisbo de romance por ahí. La película empieza muy bien, promete pero no concreta. Como representantes un poquito atrasados de la archiconocida generación X, estos pibes no quieren nada de la sociedad, pero tampoco quieren otra cosa. Bueno, sí: quieren su propia rampa. Y eso es más o menos todo. No hay límites en el pueblo: uno todo el tiempo está esperando que se peguen un palo espantoso, que los agarre la cana por robar madera o por exceso de velocidad, que los padres los pesquen revolcándose con quien no deben. Pero no, no pasa nada de eso, aunque de todo pasa un poquito. Si toda la rebelión de la peli pasa por decirle a un cincuentón que el skate lleva a un lugar donde él nunca podrá ir, bueno, mejor dejémoslo ahí. Prefiero pensar que el discurso no es nada, que es un pequeño retrato de un verano de pueblo y una excelente excusa para hacer sonar a The Minutemen, The Replacementes, algo de The Clash, algo de Ramones, algún Pixies y alguna otra cosita de cuyo nombre no puedo acordarme, pero que quedaba bastante bien con el ruido de las rueditas sobre la madera.
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