Ultima reflexión sobre los documentales en general. El cine en general tiende hacia él y muchas innovaciones vienen de ese campo que tradicionalmente se confinó a la tele y los colegios, pero muchachos, hay que esmerarse, no se trata de pasarlos de la tele al la pantalla grande sin más, la revolución del documental es otra cosa de la cual un buen ejemplo es la siguiente película.
815, Chugoku Shoichi.
Japonés del gorro con cámara digital en mano. No se trata de dogma, no hay restricciones, al contrario todo es posible. Película muy divertida, por momentos como si la gente de Farsa Producciones hablará en japonés y tuviera intereses sociales. Porque sobre el humor hilarante planean cosas serias. De hecho el título alude a la fecha de la caída del japón imperial. De esa desintegración nace el Japón actual bastante más sacado de lo que suponen los personajes de Sofía Coppola en Lost in Translation. La poca ficción que se construye se cae de a ratos para dejar a la intemperie a unas personas filmando una película y filmando el desorden sin más. Entonces pasamos al documental y volvemos a la ficción y así. Otro interesante hallazgo es el cruce de íconos de la alta y baja cultura, sin intermediarios ni jerarquías, tanto el kitsh como Tolstoi, tanto Joyce como los night clubs. Una película mala, mal actuada y filmada al tun tun. Una pelí de esas que nos gustan. Me voy a dormir contento y lo próximo que escribo es mañana que es el día de hoy.
Dj malhumor.
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