El grado de cinefilia y las fuentes en las que busca sus inspiraciones Berberian Sound Studio, hace que sea una película difícil de no ser amada por el cinéfilo. Aquí conviven La conversación, The shout, Blow up, Peeping Tom, el giallo, David Lynch y Dario Argento (lo que se dice sobre el director Santini: “no es una película de terror, es una película de Santini”, tranquilamente se podría adjudicar al grandísimo Argento). Sin embargo, y este es su mayor merito, la película supera el hecho de ser una lista de referencias cinéfilas para transformarse en una extraña pesadilla y la sofisticada descripción sensorial de un mundo alterado en el que cae el obsesionado sonidista protagonista del film. Debe haber algo en el giallo, ese género que en los 70 supo mezclar el suspenso con el terror que, tantos años después, su herencia (y espíritu) sigue generando obras tan particulares como Amer, de Hélène Cattet y Bruno Forzani (vista en el festival de Mar del Plata) y ahora Berberian Sound Studio. Seguramente se trata de algún tipo de (hermosa) maldición.
Marcelo Alderete
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