Durante los primeros quince minutos de
Leviathan, la cámara parece ser al mismo tiempo observadora y parte de ese engranaje bestial y metálico que es el barco pesquero. La hiperfragmentación, los planos cerrados y el sonido chirriante nos empujan a compartir este embelasamiento futurista por la monstruosidad de la máquina. La cámara (las cámaras) está siempre inquieta, en constante movimiento y encimada sobre los objetos, cerrando la perspectiva e impidiendo cualquier construcción del espacio. Pero la bestialidad de la máquina no es lo único que nos enseña Leviathan. También nos lleva por la bestialidad de lo que ocurre
dentro de la máquina, convirtiéndose en una suerte de Nat Geo siniestro, como cuando muestra el destripamiento in its face de innumerables peces, el asesinato impiadoso de incrédulas rayas o la desesperación de una gaviota por alcanzar un trozo de pescado en una cubierta ensangrentada que de a poco es aclarada por el amanecer. Por momentos, la película es un Zero Dark Thirty pesquero, con planos oscuros y cerrados que recorren a tientas un escenario de muertes en la suciedad. En uno de sus planos de mayor poesía brutal y azarosa, una cabeza de pescado queda frente a cámara, oscilando sobre la cubierta del barco pesquero, hasta que el mismo movimiento de la nave termina por arrojarla hacia ese mar negro alumbrado por gaviotas que hasta hace unos segundos no era más que un wallpaper emo.
En lugar de seguir al monstruo con distancia documental,
Leviathan opta por un seguimiento desde la cosa misma y eso es lo que la convierte en una road movie bestial y tensa. Leviathan es, más que una película, una experiencia sensorial fascinante sobre la soledad de ese monstruo que navega solo en la noche devorándose todo. Sin dudas una de las películas más feas y hermosas que se pueden ver en este o cualquier festival.
Todavía pueden verla el sábado 13 a las 15.25 en Arte Multiplex Belgrano 3 y el lunes 15 a las 15.30 en el Village Caballito 7
No hay comentarios.:
Publicar un comentario