Después de la confusa y polémica postal número III, volvemos a lo seguro y, como rezaba el título de aquella mítica revista peruana, "hablemos de cine”. Pero antes…
Las librerías de segunda mano de Montevideo gozan de fama y prestigio. Visitar la feria de la calle Tristan Narvaja, que se realiza todos los domingos por la mañana, es una cita ineludible para el visitante de la ciudad. La feria en sí es una mezcla de todo, en donde se pueden comprar animales vivos, comida, discos viejos, antigüedades, ropa, artículos de limpieza, y también, algunos puestos con libros. Mi ingenuidad de turista me hizo creer que las librerías que están en esa calle sólo estaban abiertas los domingos durante la feria. Pero, claro, no es así. Las librerías funcionan todos los días ya que, como me lo aclaro uno de los libreros y no de la manera más amable: “de esto vivimos”. En síntesis, si lo que uno quiere es ir a buscar libros, lo mejor es ir durante los días de semana y evitar la feria y su muchedumbre. A menos que a uno le gusten las multitudes. Yo atravesé la feria junto a las vascas académicas y la chica del sur. Fue un lindo paseo, pero agotador en más de un sentido. Si juntamos las fotos sacadas por las vascas, creo que se podría armar un largometraje de más de dos horas. Al final de la caminata, unos exquisitos ravioles con estofado en el bar La Manchester, nos devolvieron al mundo de los vivos.En cuanto al material que se encuentra en estas librerías, debo decir que, como muchas cosas de la actualidad, viven de glorias pasadas. Es poco y nada lo que se encuentra de valor (y a buenos precios). La diferencia con las librerías comerciales, en cuanto a precios, no existe (o es mínima) y lo que se encuentra de segunda mano es poco.
Mi cosecha personal se redujo a Los electrocutados, de J.P.Zooey, a menos de la mitad de lo que se consigue en Bs.As. (autor argentino, editado en España y al cual compro en Montevideo, globalización tu santo nombre), Autobiografía médica, de Damián Tabarovsky, de nuevo otro argentino editado en el extranjero y el verdadero hallazgo, La mujer de tu prójimo, de Guy Talese, autor que recién ahora empezó a gozar de cierta fama a través de sus libros editados por Alfaguara. Este libro, cuyo título original es Thy neighbor’s wife, editado por Grijalbo a mediados de los 80, es un ensayo sobre la vida sexual de los norteamericanos en los años anteriores a la aparición del SIDA, la explosión de la cultura swinger, la época dorada de la pornografía, y varios de esos temas tan caros a quien esto escribe. La última adquisición fue -ahora sí- el libro de un autor uruguayo. El libro en cuestión es un volumen que compila Nick Carter (se divierte, mientras el lector es asesinado y yo agonizo), La banda del ciempiés y Dejen todo en mis manos, con prólogo del gran Ignacio Echeverría. De Mario Levrero puedo decir que es uno de mis autores latinoamericanos favoritos, y que me recuerda a mi adolescencia. Los primeros cuentos de Levrero, antes de que Fogwill lo convierta en un nombre respetado dentro de la inteligentzia argenta, aparecieron en Argentina en las revistas Minotauro y El péndulo. Recuerdo el impacto que causó en mi adolescente cerebro un cuento como Capitulo XXX, la metamorfosis aparece en cualquier lado (Minotauro número 8) y la novela El lugar (publicada integra en El péndulo número 6), que más tarde formaría parte de “la trilogía involuntaria” junto a París y La ciudad. Todas obras maravillosas que se consiguen en cualquier librería, como suele decirse, a precios irrisorios. En sus últimos años, Levrero publicó algunos de sus mejores libros y su obra maestra definitiva, La novela luminosa, que terminó de consagrarlo, como uno de los más importantes escritores uruguayos de la historia, a pesar de que una señora, a la que nos cruzamos en diferentes librerías, insistía en preguntar por un libro de poemas de un tal Galeano.
Lamentablemente para todos nosotros, Latinoamérica es Galeano y no Levrero. Como más tarde comprobaría con los entusiastas aplausos que despertó una de las películas en competencia. Película que en su forma e ideología nos informaba que el cine argentino de los 80 (ese cáncer inextirpable) se sigue reproduciendo en nuestra pobre América.
Lamentablemente para todos nosotros, Latinoamérica es Galeano y no Levrero. Como más tarde comprobaría con los entusiastas aplausos que despertó una de las películas en competencia. Película que en su forma e ideología nos informaba que el cine argentino de los 80 (ese cáncer inextirpable) se sigue reproduciendo en nuestra pobre América.
Una vez informado el palmarés montevideano, me extenderá sobre todas las películas en competencia. Por ahora, sólo tengo miedo de lo que pueda llegar a ocurrir una vez que nos juntemos a decidir quién resultó el ganador.
Una última cosa sobre Levrero. El nuevo proyecto de Javier Rebollo, es una película basada en Dejen todo en mis manos, nouvelle que narra las folletinescas desventuras de un escritor tras las pistas de un manuscrito. Los protagonistas serán Jorge Jellinek y, así como suena, Ricardo Darín. Su rodaje transcurrirá, como se debe, en la ciudad de Montevideo.
Hace varios días atrás, en el hall de mi hotel se realizó una charla llamada: "Cinemateca en palabras" con Javier Rebollo, Roxana Blanco (quien finalmente no asistió) y Jorge Jellinek. Fue poca gente a la charla y por esto, la parte en la que se iba a hablar de la película El muerto y ser feliz (dedicada, justamente, a la Cinemateca uruguaya), fue dejada de lado. Se hablo, sí, de la Cinemateca y de todos los problemas a los que se enfrenta; de las formas en las que la gente ve cine hoy, y en que la verdadera crisis del cine es la asistencia del público a las salas ante ciertas propuestas. Las opiniones fueron un poco lo que siempre se escucha, posiciones que se pueden dividir entre los apocalípticos y los integrados. Los que sostienen que hoy en día se ven más películas que en toda la historia del cine, los otros, que discuten sobre la calidad de lo que se consume. Y propuestas. Todo el mundo tiene su solución a los problemas que plantea la exhibición de cine. Algunos, los más ingenuos, proponen que las salas de cine se reduzcan (de capacidad) y se transformen en pequeñas salas boutiques, con un café y una librería y, hasta se llega a escuchar que se podría ofrecer vino para que la gente vuelva a las salas. Estoy simplificando una charla que se extendió por más de dos horas. Pero como les dije antes, son problemas antes los que el cine sólo parece proponer mesas redondas y charlas en las que nunca se saca nada en claro.
La realidad indica que la Cinemateca uruguaya vive de sus glorias pasadas. Y que es muy difícil para ellos mantener las salas y las estructuras actuales. La sala 18 de la Cinemateca (800 butacas) y el cine de la calle Carnelli (en donde también se encuentran sus oficinas) van a cerrar dentro de poco tiempo. Y se abrirá un nuevo espacio con tres salas más pequeñas y mejor equipadas técnicamente. La calidad de las proyecciones en el festival, y sobretodo en las salas de la Cinemateca, son realmente malas. Todo el mundo los sabe y ya parece estar acostumbrado a esto. Es un problema grave cuya solución, como siempre, es monetaria. En este momento, todo está en manos de decisiones políticas. Quizás, el peor lugar desde donde esperar el futuro.
En el próximo capitulo, nuestro héroe y protagonista se enfrenta a la corporación del rock en las calles de Pocitos y no, no sale victorioso. Pero no nos adelantemos.
Hasta luego, por ahora.
Marcelo Alderete
Fotos: Cecilia Barrionuevo
Una última cosa sobre Levrero. El nuevo proyecto de Javier Rebollo, es una película basada en Dejen todo en mis manos, nouvelle que narra las folletinescas desventuras de un escritor tras las pistas de un manuscrito. Los protagonistas serán Jorge Jellinek y, así como suena, Ricardo Darín. Su rodaje transcurrirá, como se debe, en la ciudad de Montevideo.
Hace varios días atrás, en el hall de mi hotel se realizó una charla llamada: "Cinemateca en palabras" con Javier Rebollo, Roxana Blanco (quien finalmente no asistió) y Jorge Jellinek. Fue poca gente a la charla y por esto, la parte en la que se iba a hablar de la película El muerto y ser feliz (dedicada, justamente, a la Cinemateca uruguaya), fue dejada de lado. Se hablo, sí, de la Cinemateca y de todos los problemas a los que se enfrenta; de las formas en las que la gente ve cine hoy, y en que la verdadera crisis del cine es la asistencia del público a las salas ante ciertas propuestas. Las opiniones fueron un poco lo que siempre se escucha, posiciones que se pueden dividir entre los apocalípticos y los integrados. Los que sostienen que hoy en día se ven más películas que en toda la historia del cine, los otros, que discuten sobre la calidad de lo que se consume. Y propuestas. Todo el mundo tiene su solución a los problemas que plantea la exhibición de cine. Algunos, los más ingenuos, proponen que las salas de cine se reduzcan (de capacidad) y se transformen en pequeñas salas boutiques, con un café y una librería y, hasta se llega a escuchar que se podría ofrecer vino para que la gente vuelva a las salas. Estoy simplificando una charla que se extendió por más de dos horas. Pero como les dije antes, son problemas antes los que el cine sólo parece proponer mesas redondas y charlas en las que nunca se saca nada en claro.
La realidad indica que la Cinemateca uruguaya vive de sus glorias pasadas. Y que es muy difícil para ellos mantener las salas y las estructuras actuales. La sala 18 de la Cinemateca (800 butacas) y el cine de la calle Carnelli (en donde también se encuentran sus oficinas) van a cerrar dentro de poco tiempo. Y se abrirá un nuevo espacio con tres salas más pequeñas y mejor equipadas técnicamente. La calidad de las proyecciones en el festival, y sobretodo en las salas de la Cinemateca, son realmente malas. Todo el mundo los sabe y ya parece estar acostumbrado a esto. Es un problema grave cuya solución, como siempre, es monetaria. En este momento, todo está en manos de decisiones políticas. Quizás, el peor lugar desde donde esperar el futuro.
En el próximo capitulo, nuestro héroe y protagonista se enfrenta a la corporación del rock en las calles de Pocitos y no, no sale victorioso. Pero no nos adelantemos.
Hasta luego, por ahora.
Marcelo Alderete
Fotos: Cecilia Barrionuevo
(*) Palabra japonesa que define la compra de libros para no leerlos y apilarlos en el piso y/o en bibliotecas.
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