lunes, abril 15

Call Girl (Mikael Marcimain)




Primero lo primero. Call Girl es un gran thriller. Después de un primer tercio algo redundante, cuando arranca es imparable. Durante la última hora u hora y media no te importa absolutamente más nada en la vida que la suerte de las pibas, burócratas y detectives involucrados. Y para un thriller no hay algo mejor que se pueda decir.

Segundo lo segundo. Ambientada en los setenta, toma un escándalo que sacudió la política sueca de los setenta (el uso de un servicio de prostitución que incluyó menores de edad para deleite de funcionarios del partido socialdemócrata) y lo convierte en película de angustia adolescente + intrigas políticas y detectivescas. Es un poco The Wire, un poco All President’s Men , un poco Lukas Moodyson y funciona muy bien. Además, todo en una bella fotografía setentosa (sí, ahora nos remite enseguida a Instagram. Qué se le va a hacer?), un montaje adrenalínico inteligente, organizado ( no adrenalínico merquero) y una música pop de época (abba, roxy music) de esas que te ponen allá arriba cualquier escena.


Pero (la crítica ideológica) Como buen socialdemócrata y admirador de Olof Palme (primer ministro sueco en aquellos años y figura de culto) tengo mis desavenencias ideológicas con la película. En realidad, aunque no lo fuera, tendría las mismas desavenencias. Call Girl toma un suceso real para desarrollar una narración vertiginosa pero dura, rigurosa. Hasta que comienzan las licencias. Y ahí aparecen, entre otras cosas, los primer ministros parecidos a Olof Palme que no sólo encubren sino que participan activamente en el fornicio de adolescentes. Y no da. En Suecia esto levantó mucha polvareda (a pesar de que no hay polvo en Escandinavia, no al menos ese polvo); la familia de Olof Palme demandó a la productora y si no entendí mal, logró que se editara alguna escena especialmente controversial (No creo que Olof Palme hubiese estado de acuerdo con esta censura, de todas maneras). Así como se criticó a Zero Dark Thirty por plantarse como documental y tomarse alguna que otra licencia injustificada, bien se puede hacer el mismo cuestionamiento (válido) con Call Girl. Si vas a ser riguroso, sélo de verdad. Si vas a tomarte licencias tan gratuitas (y no hablo de software libre) no avises que la película está basada en hechos reales. (a propósito, el director declaró lo mismo que Bigelow para defenderse “es una ficción, no es un documental”).
Otra cosa. Hay un cierto olorcito a conservadurismo en Call Girl. En varias escenas aparecen políticos del partido socialista hablando a favor de promover políticas de género, políticas de igualdad. Hay en todo esto una mirada, al menos ingenua, que denuncia la hipocresía del gobierno y de la social democracia. Una visión simplista y estigmatizante, que mete todo en una misma bolsa, como si las políticas progresistas del gobierno carecieran de valor por el comportamiento reprochable de algunos de sus funcionarios.

Conclusion. Hiper recomendable, pero con disclaimer ideológico.

Todavía la pueden ver el lunes 15 a las 17.45 en Arteplex Belgrano 3 y el Sábado 20 a las 22.40 en el Village Caballito 4.

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