Pienso que es importante la continuidad entre un rodaje y otro. Filmar sin tanta demora. Creo que una película llama a la siguiente, que se van trabajando temas y modos de una a otra según los cambios que se van viviendo. Creo también que esta actividad requiere de regularidad –como el ejercicio físico-, para poder encontrar el equilibrio que hace que las películas no se desconozcan entre sí y que resulten hermanas en esa tensión entre lo parecidas y lo diferentes.
A veces creo que soy director de cine sólo por la gente con la que me junto a hacer estas películas. Son ellos lo que hacen que yo sea director, porque la verdad es que no me imagino haciendo una película sin ellos. La responsabilidad de trabajar con amigos es mayor porque a lo laboral se le suma lo personal. Todo es más complejo, pero así lo prefiero porque el compromiso se hace más denso y la satisfacción también.
Matías Piñeiro en la revista Las naves 1 – Manifiestos de cine contemporáneo
Con Viola, Matías Piñeiro realiza su mejor obra y uno de los puntos más altos del cine argentino reciente. Película a película, Piñeiro fue creando un universo autónomo, cada vez más despojado de elementos superfluos y extrañamente, cada vez más rico y personal, en donde todo fluye con gracia y placidez. Para disfrutar de Viola, sólo hay que tener ese “gusto por la belleza” del que hablaba Rohmer. Esta vez, la excusa literaria es Shakespeare, pero nada más alejado del teatro que el cine de Piñeiro. (O al menos, de esa interpretación negativa que el cine suele hacer del teatro). La trama mínima es una simple excusa para seguir a estos personajes que recorren y se cruzan en una Buenos Aires habitada por jóvenes artistas y sus encuentros y desencuentros (amorosos y de los otros). Matías Piñeiro, por ahora, es el mejor director de cine de la Argentina. O al menos, el que mejor logra plasmar su talento. Un talento que le permitió crear, hasta ahora, una filmografía de una consistencia difícil de encontrar entre los nuevos realizadores.
Uno de los mejores títulos de esta competencia internacional del BAFICI (y junto a Parapalos y Mundo grua, quizás una de las mejores películas argentinas participantes en la historia de esta competencia). No se trata tanto de una adaptación de Shakesperare, sino de Shakespeare adaptándose al universo de Piñeiro. Me gustaría, también, decir que se trata de la mejor adaptación de Shakespeare al cine pero, por suerte, no vi todas las otras adaptaciones.
(Este texto es una mezcla de otros publicados previamente, aviso).
A veces creo que soy director de cine sólo por la gente con la que me junto a hacer estas películas. Son ellos lo que hacen que yo sea director, porque la verdad es que no me imagino haciendo una película sin ellos. La responsabilidad de trabajar con amigos es mayor porque a lo laboral se le suma lo personal. Todo es más complejo, pero así lo prefiero porque el compromiso se hace más denso y la satisfacción también.
Matías Piñeiro en la revista Las naves 1 – Manifiestos de cine contemporáneo
Con Viola, Matías Piñeiro realiza su mejor obra y uno de los puntos más altos del cine argentino reciente. Película a película, Piñeiro fue creando un universo autónomo, cada vez más despojado de elementos superfluos y extrañamente, cada vez más rico y personal, en donde todo fluye con gracia y placidez. Para disfrutar de Viola, sólo hay que tener ese “gusto por la belleza” del que hablaba Rohmer. Esta vez, la excusa literaria es Shakespeare, pero nada más alejado del teatro que el cine de Piñeiro. (O al menos, de esa interpretación negativa que el cine suele hacer del teatro). La trama mínima es una simple excusa para seguir a estos personajes que recorren y se cruzan en una Buenos Aires habitada por jóvenes artistas y sus encuentros y desencuentros (amorosos y de los otros). Matías Piñeiro, por ahora, es el mejor director de cine de la Argentina. O al menos, el que mejor logra plasmar su talento. Un talento que le permitió crear, hasta ahora, una filmografía de una consistencia difícil de encontrar entre los nuevos realizadores.
Uno de los mejores títulos de esta competencia internacional del BAFICI (y junto a Parapalos y Mundo grua, quizás una de las mejores películas argentinas participantes en la historia de esta competencia). No se trata tanto de una adaptación de Shakesperare, sino de Shakespeare adaptándose al universo de Piñeiro. Me gustaría, también, decir que se trata de la mejor adaptación de Shakespeare al cine pero, por suerte, no vi todas las otras adaptaciones.
(Este texto es una mezcla de otros publicados previamente, aviso).
Marcelo Alderete
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